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8 de Junio de 1980

Muy queridos amigos:

Acá me tienen otra vez con ustedes en esta preciosa fiesta del santísimo cuerpo y sangre de Cristo. Todo me ayuda y lleva al tema que quería compartirles: la Eucaristía. Pero caben primero algunas palabras de introducción.

Recordarán que en la carta anterior les hablé de la oración contemplativa, entendida desde tres ángulos diferentes: relación personal y teologal con Dios; tiempo fuerte de amistad con él y diferentes modos y formas de ejercitar la fe en el amor.

Les decía también, y esto es lo que ahora me importa, que si bien los modos y formas pueden ser muchos, hay dos que son fundamentales para todos: la Liturgia y la Escritura. En esta carta, como ya les anticipé, deseo volcarles lo que tengo en el corazón sobre la Eucaristía como relación teologal, tiempo fuerte y modo privilegiado e imprescindible de comunión con Dios.

Todos sabemos que la Liturgia es la acción de Cristo y de la Iglesia por la que el Padre en el Espíritu, es glorificado y nosotros somos santificados. En síntesis gráfica:

EL PADRE
▲ ▼
en el Espíritu Santo
▲ ▼
glorifica santifica
▲ ▼
Cristo y la Iglesia
Ahora bien, el magisterio nos enseña que la liturgia es la cumbre hacia la cual tiende toda la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza. Y el misterio eucarístico, a su vez, es como el centro y el alma de la sagrada Liturgia.

La vida espiritual de cada uno de nosotros alcanza su vértice y su plenitud en la celebración de la Eucaristía. Ella contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, a saber: Cristo mismo, Pan vivo, vivificado y vivificante. Así como la brasa es leña y fuego, así la Eucaristía es Pan y Espíritu. Por la comunión nos hacemos consanguíneos y concorpóreos de Cristo. El mismo Jesús nos lo asegura: "El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él". (Jn. 6, 56).

Así lo experimentaron los santos, entre ellos la más grande santa de los tiempos modernos, Teresita del Niño Jesús. En sus escritos autobiográficos leemos esta confidencia sobre lo sucedido el día de su primera comunión: "Desde hacía mucho tiempo Jesús y la pobre Teresita se habían mirado y se habían comprendido. Pero aquel día no fue ya una mirada, sino una fusión. Ya no éramos dos. Teresa había desaparecido como la gota de agua se pierde en el fondo del océano. Sólo quedaba Jesús" (IV: 10).

Es verdad que en la Eucaristía nosotros comemos a Jesús. Pero no es la verdad completa. El misterio está en que es Jesús quien nos come a nosotros. En vez de cambiar el pan en nuestro cuerpo, nosotros somos cambiados en el cuerpo de Cristo. Y como el Espíritu Santo habita plenamente en el cuerpo de Cristo, así también habitará en plenitud en quienes son asimilados por este cuerpo. La Eucaristía nos llena del Espíritu y nos une a todos en el único Espíritu. ¡La Eucaristía edifica la Iglesia como Cuerpo del Resucitado!

Pero no hace falta seguir cantando las glorias y excelencias de la Eucaristía. Déjenme que les presente, más bien, algo de lo que encierra este sublime misterio.

Cada vez que celebramos la Eucaristía, es decir, la santa misa, actualizamos algo célebre, festejamos un acontecimiento importante: la Pascua de Jesús. Y, al mismo tiempo, cumplimos un mandato del Señor: "Haced esto en memoria mía" (Lc. 22. 19). No se trata, pues de una ocurrencia nuestra, sino de un pedido suyo. Y la Iglesia ha sido siempre fiel a esta palabra de su Maestro.

La eucaristía es un memorial de la muerte redentora de Cristo. ¿Qué significa "memorial"? Quede claro que no se trata simplemente de un recuerdo simbólico, como cuando ponemos o usamos un símbolo para acordarnos de algo importante del pasado. La Eucaristía es actualización (puesta en acto) y representación (puesta en presente) de la muerte salvadora de Jesucristo bajo los signos del pan y del vino consagrados y comidos. En ella se renueva sacramentalmente e incruentamente el mismo sacrificio de la cruz. Y durante ella Jesús desea que tengamos sus mismos sentimientos: ¡ofrezcámonos entonces con él como hostias vivas y completemos así lo que falta a su pasión!

Pero la Eucaristía no es sólo un sacrificio sacramental. Es también un banquete, una comida y una bebida espiritual: "Tomad y comed... Tomad y bebed" (Mt. 26, 26 ss.). Recordemos, además, aquello otro que dijo Jesús un día en la sinagoga de Cafarnaúm: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre... Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida" (Jn. 6, 51-55). La eucaristía es, pues, un sacrificio de comunión: comulgando participamos del sacrificio. Comulgando nos unimos al Salvador y a todos los salvados. La eucaristía construye la Iglesia como comunidad mediante el sacrificio que conmemora.

Lo que antecede no tendría sentido si Cristo no estuviera verdadera, real y sustancialmente presente en el pan y en el vino consagrados: "Esto es mi cuerpo... Esta es mi sangre" (Mt. 26, 26-28); lo cual en arameo, lengua que hablaba Jesús, es como decir: Esto soy yo y ofrezco mi vida en sacrificio. La fe, sólo la fe, nos dice que es efectivamente así. Juanico, el de la cruz, pone en labios del alma que se alegra de conocer a Dios por la fe, esta cristalina canción:

Aquesta eterna fonte está escondida
en este vivo pan por darnos vida,
aunque es de noche.
Aquesta viva fonte que deseo,
en este pan de vida yo la veo,
aunque es de noche.

Sacramento - sacrificio, sacramento - comunión, sacramento - presencia... Todo esto e insondablemente más, es el misterio eucarístico. Hace poco nos decía el papa Juan Pablo II: "Todo lo que se diga sobre la Eucaristía queda casi sobre el umbral, somos incapaces de alcanzar y traducir en palabras lo que ella es en toda su plenitud, lo que expresa y lo que en ella se realiza" ( Redemptor hominis, 20) Si esto lo dice el Papa, hombre de gran fe y profunda inteligencia, parece más cuerdo callarse, inclinarse y adorar el misterio.

Atestigua san Juan, pues lo vio, que "junto a la cruz de Jesús estaba su Madre" (Jn. 19, 25). Y bien sabemos que no estaba sencillamente mirando, sino sufriendo. Uniéndose con entrañas y espíritu de madre al sacrificio de su Hijo; consintiendo amorosamente en la inmolación de la víctima que había engendrado y ofreciéndola ella misma al Padre eterno. La maternidad no sólo destinó a María a la compasión, sino que fue también causa de ella. Y cuando el amor es ilimitado, también lo es la comunión y el dolor. ¡Pregúntenle a la madre de un hijo que sufre!

Y si Cristo actuó en la cruz como Sacerdote, podemos hablar entonces de una actuación sacerdotal en el sacrificio maternal de María y llamarla: Madre sacerdotal.

No hay ningún inconveniente en decir que el sacrificio fue cristiano y mariano. Pero, ¿es justo pensar que lo sigue siendo al ser actualizado en el calvario del altar? Creo con firmeza que sí. María-Asunción está plenamente configurada con su Hijo, son uno. Donde él, ella está, ella hace lo que él hace. ¿Cómo está María asociada al misterio eucarístico, a la santa misa? De María proceden la Víctima y el Sacerdote. En su seno se amasó el Pan de los ángeles a fin de hacerse pan de los hombres. Perfecto, pero ¿no hay algo más? ¡Claro que lo hay: insondablemente más!

La Eucaristía es la principal fuente de la gracia de Dios, contiene al mismo autor de la gracia. Y es voluntad del Padre que toda gracia pase por las manos de María. Por consiguiente, su intervención en la misa es la manifestación primordial de su actuación como Mediadora y Madre espiritual de todos nosotros. La participación de la Madre sacerdotal, junto al sumo y eterno Sacerdote en el sacrificio del Calvario, continúa en su prolongación sacramental que se verifica en cada celebración de la Eucaristía. La cruz sobre el altar y la imagen de María junto al mismo, siempre presentes en nuestras iglesias y capillas, proclaman mudamente esta verdad. Me parece estar viendo a María recoger hasta la última miguita de su Hijo para que nada se pierda y todo se gane.

Y dejemos esto acá. No hemos siquiera cruzado el umbral. Que la fe se enamore y nos dé una vislumbre del misterio y testifique nuestra ignorancia radical.

Aterrizo, bajo a lo concreto. Aunque gran cosa es volar, mientras se tenga luego pista donde aterrizar... para volver a despegar.

Estoy seguro de que ustedes, habiendo descubierto hace ya tiempo el manantial de gracia y amor escondido en la Eucaristía, la reciben con frecuencia, por no decir todos los días. Sé que comparten los deseos y sentimientos de san Ignacio, obispo de Antioquía y mártir de Roma, que suspiraba: "¡No siento placer por la comida corruptible ni por los deleites de esta vida! quiero el pan de Dios, que es la carne de Cristo, descendiente de David. Y para beber su sangre, la de él, que es amor incorruptible" (Carta a los romanos, 7:3). Por lo tanto, está de más que los invite a encontrarse cada día en el cuerpo y la sangre de Cristo.

El papa Pío XII nos enseñó que la acción de gracias después de comulgar es algo absolutamente necesario para "gozar más abundantemente de los supremos tesoros de los que es tan rica la Eucaristía" (Mediator Dei, 35). Y Teresa, la Grande, basándose en su propia experiencia, aconseja: "Acabando de recibir al Señor, teniendo la misma persona delante, procurad cerrar los ojos del cuerpo y abrir los del alma y miraos al corazón. Que yo os digo que si tomáis esta costumbre de estar con él y procurar tener tal conciencia, que sea lícito que gocéis a menudo de este bien, que no viene tan disfrazado que de muchas maneras no se da a conocer conforme al deseo que vos tenéis de verle; y tanto lo podéis desear que se os descubra del todo". (Camino de perfección, LXI: 5, 7, 9).

Y yo, sin vacilar, salgo de testigo de lo que afirman el Papa y Teresa. Por eso me animo a hacerles esta sugerencia hasta que el Señor venga al fin de los tiempos: supuesta la comunión diaria o frecuente, dediquemos un rato para consumirnos en acción de gracias ante el Padre, por Cristo, en el Espíritu y María.

Ajústense los cinturones de seguridad: concluyo con otro aterrizaje. Juan el evangelista santo, hijo de María Calvario, como de pasada me susurra al oído: "Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. Quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Amémonos, pues él nos amó primero" (1Jn. 4, 8. 12. 10. 20.) ¡El que no quiera entender que entienda!

Intercedamos unos por otros. Los encuentro en la fiesta diaria de la misa, ella es fuerza en el peregrinar y en el obrar para que venga el reino. En María del santísimo sacramento seremos verdaderos contemplativos.

Siempre en Ella, con un abrazo grande.

Bernardo


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15 de Mayo de 1980

Muy queridos amigos:

Ya les he contado qué es la contemplación cristiana. Os lo recuerdo por si...: fe enamorada en anticipo de esperanza; con otras palabras: unión con Dios de mente y corazón. Confío en que esto lo tengamos ya firmemente asentado.

Hoy se habla bastante de oración contemplativa. Y se dice poco aunque se habla mucho. ¡Quiera el Señor que pueda decirles ahora mucho en poco! Qué es la oración contemplativa, cuáles son sus principales modos y algunos consejos prácticos, frutos de la experiencia más que de la ciencia, serán los temas centrales de esta carta. Recordar un principio y expresar un deseo servirá de conclusión.

La oración es sencillamente comunicación o relación con Dios, lo cual significa que la oración es una actividad teologal, pues sólo mediante las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) podemos relacionarnos con Dios.

El que ora estando en pecado grave, ora con fe, pero no con amor. Su fe está muerta, no la vivifica el amor. Su oración no es contemplativa, porque la contemplación es inherente a la fe viva.

El orante en estado de gracia, en amistad con Dios, ora con fe y amor. Su comunicación con Dios es ya contemplación. Y cuanto más amor, cuanta más amistad con Dios, más contemplación, más participación en la visión de los ojos y el latir del corazón de Dios.

Por eso, bien dijo santa Teresa que la oración es amistad con Dios, tratar amigablemente con él largos e íntimos ratos. De lo cual ella concluye que la contemplación es amistad estrecha con el Señor (cf. Vida, VIII: 5; Camino de perfección, XXVIII: 3).

¡Muy bien! Diez puntos para Teresa. No en vano es doctora en asuntos de comunicación y relación con Dios. Pero nosotros, ¿qué entendemos por oración contemplativa? Una sola cosa, pero desdoblada en tres, a saber:

- Toda relación personal, es decir, consciente y libre, basada en la fe viva, en vista a la más íntima comunión con el Padre por Cristo y en el Espíritu.
- Tiempos fuertes de amistad con Dios a fin de estrechar dicha amistad; tiempos fuertes de fe y amor para que la fe se enamore y anticipe lo esperado.
- Diferentes modos y formas de ejercitar la fe en el amor, abiertos al infinito de Dios y a su presencia salvadora.

Y que la unción del Espíritu los ilumine y me ahorre así a mí ulteriores aclaraciones y comentarios.

He hablado de diferentes modos y formas. ¿De qué se trata? Cada uno de ellos es una encarnación concreta y definida de la fe enamorada. Siendo todos ellos actuación de la vida teologal, crean en nosotros una actitud que nos permite vivir contemplativamente. Pero, atención, la calidad de nuestra vida cotidiana y pedestre condiciona los tiempos fuertes de oración contemplativa: sólo los puros de corazón, los que han centrado su amor en Dios, ven a Dios.

Los modos y formas pueden ser muchos. Pero hay dos que son fundamento de todos y, por lo mismo, nunca pueden faltar. La Liturgia y la Escritura son los pilares de cualquier oración contemplativa. Cristo está presente y actúa mediante ellas de manera imponderable. El discernimiento espiritual, la creación visible y material, la piedad popular y la espontaneidad del Espíritu pueden dar también lugar a tiempos fuertes y a otros modos y formas de fe enamorada.

Nuestra relación con Dios evoluciona a lo largo de nuestro peregrinar en su búsqueda. La progresión va en la línea de la simplificación e interiorización. Esto implica que hay que estar siempre discretamente listos para cambiar modo y forma de trato con Dios. Lo importante es que todo ayude y nada impida la simplicidad y libertad del niño que está abierto a lo que su Padre le quiere dar.

Y ya que se me ha escapado un consejo, les entrego otros tres que aún tengo guardados. Son vida puesta en palabras. Si los pueden leer con sus propias experiencias es señal de que no los precisan y tienen derecho a darlos.

Las dificultades no faltan en la vida de contemplación. Esto lo aprende pronto quien se entrega del todo a ella. Sólo quien ofrece su sangre recibe el Espíritu, dijo alguien que sabía lo que decía. ¿Qué dificultades? Sueño, tentaciones, distracciones, sequedades, o arideces, entre otras. Las causas de estos problemas pueden ser variadas, pero gracias a Dios hay un remedio de amplio alcance. Les doy la receta: determinar con sencillez el posible origen, poner medios para extirpar las causas voluntarias, perseverar con paciencia y esperanza, recordando que perseverancia y éxito van siempre de la mano.

"No tengo tiempo", se oye decir con frecuencia. Suele sonar a excusa que acusa. La oración contemplativa es asunto de amor más que de tiempo. Los suspiros de amor, que yo sepa, toman unos pocos segundos. La experiencia me ha enseñado que siempre tengo tiempo para lo que amo y quiero; cuando me falta tiempo es que ando tibio en el amor. "Me sobra tiempo y me falta amor", suena más sincero.

También se oye: "No siento nada". Pero, acaso ¿amar se reduce a sentir? Amar es querer. El que persevera, aunque juzgue que no pasa nada, sólo porque Dios lo quiere, para agradarle a él, tenga por cierto que pasa mucho. Quien ama por amar, ama. ¿No sientes nada y perseveras? Feliz de ti, llegarás a esa contemplación perfecta que, por ser plenitud de amor, exige olvido total de sí mismo e implica transformación en el Amado. ¡Deja dormir tranquilo al Señor! El ya despertará y te despertará cuando despunte el alba.

Hasta acá llegan los consejos y comienza la conclusión de la carta. Había quedado en recordarles algo importante y expresarles un deseo.

Nunca olvidemos que nadie ora y contempla por propia cuenta y riesgo. Jesús con su Espíritu es el Maestro que siempre nos asiste. Aún más, nuestra oración contemplativa es participación en la de Jesús, único orante y único contemplativo. Más aún, siempre oramos y contemplamos en el ámbito sonoro y luminoso de la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo resucitado. Y María, la llena del Espíritu y Madre de Jesucristo y de la Iglesia ¿puede estar ausente? ¡De ninguna manera! Todo lo nuestro, cristianos, es en ella.

Cuánto alegraríamos al Señor si hiciéramos, cada uno en su propia casa, un oratorio o contemplatorio donde escuchar y responder, mirar y ser mirado por el Padre. No sería más que un rinconcito donde la Iglesia doméstica se une a María de san José para anticipar la Palabra y glorificar al Padre, por Cristo, en el Espíritu.

Ya he dicho todo; si algo falta, es que aún no lo he oído ni puesto en práctica. Les pido una oración. Están siempre en el sacrificio de las mías. Nos encontramos todos los días en la soledad de María. Todo y siempre en ella, la de san José.

Con un abrazo bien grande.

Bernardo


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19 de marzo de 1980

Muy queridos amigos:

Han pasado ya cuatro meses desde mi primera y última carta. Realmente tienen razón los que dicen que el tiempo tiene alas. Hoy, fiesta de san José, me pongo nuevamente a escribirles a fin de comulgar con todos y cada uno. Aprovecho esta carta para agradecerles los comentarios favorables sobre la anterior. ¿La recuerdan? En ella les hablaba de la espiritualidad mariana y, más concretamente, de nuestra identidad. Si no les agradezco los comentarios negativos es porque no los he recibido, pero estoy listo para agradecerlos en el futuro.

Les decía en la otra carta que María es para nosotros modelo que nos atrae a la contemplación en su soledad solidaria. El Señor quiere que seamos contemplativos en María.

Trataré ahora, lo mejor que pueda, de decirles algo sobre la contemplación cristiana. No se impacienten. Seré breve. Diré solamente algo. Me contentaré con dos palabras en respuesta a la pregunta: ¿qué es la contemplación? Es decir, cuál es su esencia, qué es aquello que subyace a cualquier forma de oración contemplativa y va más allá de todas ellas. Dicen los entendidos que el hombre es un animal racional, y lo es sin que importen su altura, color de piel, kilos de peso... De igual modo, tratamos de saber qué es la contemplación sin que importen las formas que ella pueda tomar.

Comienzo con esta afirmación: la contemplación es una manera de ver. Una forma particular de conocer. Con el regalo de la fe, Dios nos da nuevos ojos: ¡sus propios ojos! Con el don del amor nos da un corazón nuevo: ¡el suyo! Si aceptamos su regalo y lo sabemos aprovechar, podremos ver con sus ojos y vivir con su corazón.

Ahora bien, la fe sin amor está muerta: el amor vivifica la fe. De igual manera, los ojos sin corazón están muertos, no pueden ver: el corazón da vida a los ojos permitiéndoles ver.

¿Qué es la contemplación? Ver con los ojos del corazón: ¡con los ojos del corazón de Dios! La contemplación es un regalo que debemos conquistar. Con la fe y el amor ya hemos recibido su anticipo. Si ellas crecen, se convertirán en fe enamorada que reconoce a Dios en todas partes y nos une a Él.

Para que entiendan mejor lo dicho, van este par de cuentitos. Cuentos, sí, pero de la vida real. Estoy seguro de que cualquier enamorado, y más todavía cualquier enamorada, pescará el primero al vuelo. El segundo será claro como el agua pura para cualquier mamá.

Hace ya algunos años tuve la gracia de conocer a una monjita muy anciana; se llamaba Rosa, de esas que son más sabias que muchos letrados. Deseaba yo saber qué era la contemplación. Y se lo pregunté. Por toda respuesta, me confió lo que ahora les comparto tan literalmente como la memoria me lo permite.

Nunca me olvidaré la primera vez que alguien me amó. Por lo que yo era, en un primer momento me pareció mentira. Pero me largué y confié, luego creí y cuando amé encontré lo que esperaba y hasta entonces había deseado. Meses después, todo lo que yo sabía se me oscureció: tenía que ir haciendo mío lo suyo, lo que mi novio valoraba, sus puntos de vista, su verdad. El vivía otro tanto, a la inversa de mí: tenía que hacer suyo lo mío. Un año y pico después de casarnos empezó a hacerse la luz. Comencé a mirar y ver de una manera nueva: con la calidez de los ojos de nuestro amor... Hace ya cuarenta años que mi marido falleció y treinta y dos desde que mi Señor y Esposo me llamó al convento... Y sigo viendo, más clarito aún que antes, por el don de Su amor.

Otra vez, hablando sobre la contemplación a un grupo de familias, una mamá que hacía poco había tenido su primer hijo, me dijo esto:

Cuando Carlitos está resfriado, yo lo sé antes de que empiecen los achís o a colgarle las velas.

Intrigado pensé: "¡Qué raro!, que yo sepa, Dolores nunca estudió enfermería estoy seguro, además, de que ni siquiera sabe que exista algo llamado puericultura". Y le pregunté:

Perdón Dolores; no entiendo cómo haces para conocer que tu hijo está resfriado antes de que aparezcan los síntomas.

Su respuesta fue instantánea:

Muy sencillo, ¡lo amo!

No bien calló, habló Ramón, su marido. Nunca había querido antes asistir a reuniones de ningún tipo. Era de aquellos que en misa se quedan en el fondo, aunque los primeros bancos estén vacíos. Yo sólo lo conocía de vista. Ese día, por casualidad o providencia de Dios, se encontraba entre nosotros. Con voz firme agregó:

Yo pienso que la contemplación es fe iluminada por el fuego del amor.

¡San Juan de la Cruz!, me dije a mí mismo lleno de asombro. Recobré el aliento cuando alguien explicó que Ramón era jefe de bomberos.

Espero que estos cuentos les hagan meditar. Por mi parte, estoy seguro de que san Pablo confirmaría sin vacilar lo afirmado por Rosa, Dolores y Ramón. El andariego apóstol pedía siempre al Padre que iluminara los ojos del corazón de los suyos para que lo conocieran plenamente (cf. Ef.1, 15-19; 3, 14-19; 4, 13). Tenía bien sabido que sólo se conoce perfectamente a Dios cuando el amor es grande (cf. Fil. 1, 9-11; Col. 2, 2-3; 1, 3-12; 3, 9-14).

San Pedro, el primer Papa, enseñaba que sin una fe coronada por la caridad, se es como un ciego y corto de vista que no puede conocer plenamente a Jesús (cf. 2 Ped. 1, 1-11).

Los discípulos iban a Emaús. Cleofás y el otro, a causa de la muerte del Maestro estaban desesperanzados, sin fe y sin amor, con ojos legañosos, caras largas y corazones fríos. Pero el fondo del problema consistía en que no creían en la resurrección. Entonces Jesús les salió al paso; no obstante, no lo reconocieron. Y les explicó las Escrituras y ya en la casa partió el pan y, finalmente, se les abrieron los ojos, latió el corazón y lo conocieron plenamente (Lc. 24, 13-35).

En fin, el mismo Jesús en persona nos dice que sólo conocen perfectamente al Padre aquellos que, por ser gente sencilla, reciben la revelación del Hijo (cf. Mt. 11, 25-27). Y yo no tengo dudas de que Rosa, Dolores y Ramón son de esos sencillos a quienes el Padre no les oculta su Misterio.

Volviendo a los que les decía al comienzo, la fe es participación en el conocimiento divino así como el amor es participación en la vida de Dios, que es Amor. Pero nadie es hijo de Dios sino en el Hijo, Jesucristo.

En efecto, en Jesús están todos los regalos de Dios. Aún más, Jesús es el gran Don del Padre a los hombres. La contemplación cristiana es visión con los ojos del corazón de Jesús resucitado.

Y Jesús quiere que a él y todo lo suyo lo recibamos en el Espíritu Santo y en María, la llena de gracia. Por este motivo queremos ser contemplativos en María. Queremos contemplar a Dios con la fe y el amor de María, con los ojos de su corazón.

Podría ya concluir aquí, ¡pero resulta que María está casada! Sería una imperdonable falta de tacto dejar de lado a san José. Y sobre todo cuando se trata de contemplación. Teresa, la de Avila, que de esto entendía bastante, aconsejaba: "Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso santo por maestro, y no errará en el camino" (Vida, VI:7).

Si les parece bien, les propongo lo siguiente: unirnos todos los días en una oración a san José. ¿De acuerdo? Adelante, entonces; oremos:

José, joven en quien Dios confió,
esposo de nuestra Madre Virgen, María:
¡dame parte en la intimidad de tu secreto!
Silencioso y oyente,
servicial y presente...
El de ojos admirados,
deseos confirmados,
corazón inflamado,
brazos arremangados...
Justo esposo creyente,
fiel padre obediente...
Por la soledad de tus noches
y la solidaridad de tus días:
¡acógenos en María
y nombra a Jesús en mi vida!

Y ahora sí. Punto final. Cuenten siempre con mi recuerdo de hermano. Que la proximidad de la Pascua los llene de Vida. Seamos solidarios para que nuestras soledades sean fructuosas.

Con un abrazo bien grande, en ella.

Bernardo


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Ejercitación Mariana Contemplativa


Indice

1. Introducción
2. Los Fundamentos
2.1. La Sagrada Escritura

2.1.1. Revelación de Jesús sobre sí mismo
2.1.2. Los discípulos confiesan a Jesús

2.2 El magisterio de la Iglesia y la Trinidad
3. La Trinidad en la vida de la Iglesia
3.1. La Señal de la cruz
3.2. El Bautismo

3.2.1. En las Primeras comunidades cristianas:
3.2.2. Nuestro Bautismo

3.3. La Eucaristía
3.4. La Trinidad y la historia
4. La Trinidad y nuestra vida contemplativa
5. María y la Trinidad
Práctica

1. Introducción

El papa Juan Pablo II nos invitó en los últimos años a recorrer un camino de preparación, reflexión y oración ante el Jubileo que celebramos por los 2000 años de la venida de Cristo. El primer año giró frente a la figura de Dios Padre, el segundo frente a Jesús, y el tercero frente al Espíritu Santo. Este camino despertó en cada uno de nosotros diferentes sentimientos, descubrir distintos aspectos de las Tres Personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, de la relación entre ellas y tal vez lo más profundo de nuestra relación con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo.

Fue un camino que nos reveló, que muchos de nosotros teníamos una relación más acentuada, con Jesús, otros con Dios Padre, tal vez lo más fuerte fue, que la relación personal con el Espíritu Santo no había sido tan tenida en cuenta por algunos de nosotros. Descubrimos carismas, miradas, presencias, y ganas de un poco más.

Finalmente en este año del Jubileo, profundizamos sobre la Santísima Trinidad, la relación entre las Tres Personas, sus vínculos en este misterio de amor.

Al igual que los primeros cristianos, recorrimos un camino. Ir develando este misterio, siguiendo Las Escrituras, y la revelación de Jesús, sobre su Padre que está en los cielos y el Espíritu que ilumina nuestro camino.

Recorrimos este camino de la mano de María que fue la primera en recibir esta revelación y la primera que dijo Sí frente a este misterio. Hoy queremos compartir en estas líneas, algunas reflexiones que surgen sobre el trabajo en la escuela en este año de Jubileo y de especial Gracia.

Conscientes que frente al misterio todo lo que podemos decir es nada, o muy poco, nos animamos a escribir esta carta para compartir un misterio de amor que en el camino recorrido en este año jubilar dedicado a la Santísima Trinidad, "nos hizo arder los corazones" (Lc. 24, 32).
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2. Los Fundamentos

2.1. La Sagrada Escritura

El nombre Trinidad no esta en las Escrituras, ¿de dónde salió entonces? ¿Cuál es la razón que hace que los discípulos de Jesús , esencialmente monoteístas, comprendieran que en su único y eterno Dios hubiera tres personas? La razón es el impacto que produjo en ellos el mensaje de Jesús de Nazareth.

2.1.1. Revelación de Jesús sobre sí mismo

Entremos en los Evangelios y escuchemos con los discípulos al Maestro hablar sobre sí mismo:

"Yo soy el Buen Pastor, el buen Pastor da su vida por las ovejas." Jn 10, 14-15
"Yo soy la Luz del mundo. El que me siga no andará en tinieblas..." Jn 8, 12
"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí." Jn 14, 6-7
"Yo soy el Pan de Vida" Jn 14, 34
"Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente." Jn 6, 51

Jesús de Nazareth, según el Nuevo Testamento, se revela a sí mismo en relación a dos vínculos privilegiados que son los protagonistas claves de su vida y de su misión: el Padre y el Espíritu Santo.

-Con el Padre, de quien procede:

"Si Dios fuera su Padre ustedes me amarían, porque yo he salido de Dios , y vengo de él...." Jn 8, 42

Su relación íntima y novedosa con Dios. El misterio de Jesús radica esencialmente en la relación filial que El tiene con Dios. En su oración llama a Dios Abba, término que en arameo significa Padre con matiz de familiaridad e invita a sus discípulos a imitarlo. Este es el secreto íntimo en que se originan todos los comportamientos de Jesús.

"....sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre." Jn 5, 18
"....y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el Padre me enseñó. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada." Jn 8, 28-29
"El Padre y yo somos una sola cosa." Jn 10, 30
"Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se los concederá en mi Nombre." Jn 16, 23
"Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo
en ti"

Pero los discípulos no comprenden :

"Felipe le dijo, Señor muéstranos al Padre y eso nos basta. Jesús le respondió :" Felipe, hace tanto que estoy con ustedes, ¿ y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre..." Jn 14,8-9.

Con el Espíritu Santo: a pesar de que no comprenden, Jesús continúa con su misión y les habla a los discípulos de su ida:

"Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: ¿ A dónde vas?...." Jn 16,5
"Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, Se los enviaré." Jn 16,7
"Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se los anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: "Recibirá de lo mío y se los anunciará a ustedes, " Jn 16,13-15

El Espíritu es claramente distinto de Cristo; es el garante de la "comunión entre el Señor y el hombre" precisamente porque es, ante todo, "el medio de comunicación entre Dios y Cristo" y sólo se lo puede conocer en su íntima relación con ellos. Por eso puede ser considerado el vínculo por excelencia.

2.1.2. Los discípulos confiesan a Jesús

Y como se los había anunciado Jesús, es recién después de su muerte, a la luz de la Pascua y Pentecostés que la comunidad cristiana va comprendiendo, ahondando cada vez más la importancia, el sentido de estos vínculos que él tiene con su Padre y con el Espíritu Santo. A esta comunidad de Amor que ellos empiezan a comprender la llaman Trinidad: comunidad de Amor engendrada por el Padre, revelada por Jesús y comprendida por los discípulos a la luz del Espíritu de la Verdad. Escuchemos ahora lo que ellos quieren revelarnos de Jesús :

"Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios...... "
"...pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, Que está en el seno del Padre." Jn 1,1-2,17-18

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2.2. El magisterio de la Iglesia y la Trinidad

Y es el mismo Espíritu Santo, el Espíritu del Padre y el Hijo, quien se sigue revelando en la Iglesia, por eso ella hoy nos dice:

"El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la jerarquía de las verdades de la fe. Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos." Catecismo de la Iglesia Católica 234

El corazón de la Buena Noticia, de la propuesta salvadora del Padre, es el anuncio del Reino, proyecto del Padre asumido por Jesús como propio y llevado a su consumación por la fuerza del Espíritu Santo.

Entonces entrar en el Reino es dejarse involucrar en los vínculos que Jesús tiene con su Padre y con el Espíritu. Seguir a Jesús es con-vivir sus vínculos, es adentrarse a ser hijos de su Padre y a ser transformados, habitados e impulsados por el Espíritu Santo. Entrar en el Reino es entonces dejarnos involucrar en los vínculos que Jesús tiene con su Padre y con el Espíritu. Seguir a Jesús es con-vivir con sus vínculos, es adentrarse a ser hijos de su Padre y a ser transformados, habitados e impulsados por el Espíritu Santo.
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3. La Trinidad en la vida de la Iglesia

3.1. La Señal de la cruz

"En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo", los cristianos deberíamos preguntarnos qué significa este gesto de trazar con nuestra mano la Señal de la Cruz.

Los cristianos y cristianas de los primeros siglos hicieron del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo el corazón de su vida y de su anuncio. La mención de los tres nombres fue apareciendo en cada uno de los momentos en los que se requería decir lo fundamental de la fe de los cristianos hasta convertirse en una tríada santa que se fue cristalizando en oraciones, fórmulas, enseñanzas y gestos.

Por lo demás, hermanos, alégrense; sean perfectos; anímense; tengan un mismo sentir; vivan en paz, y el Dios de la caridad y de la paz estará con ustedes. Salúdense mutuamente con el beso Santo. Todos los Santos los saludan. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes (2 Cor 13, 11-13).

El Papa Clemente -el que mencionamos junto con Lino y Cleto, cuando rezamos el Canon I de la misa- ; decía; "¿Acaso no tenemos un único Dios, un único Señor Jesucristo y un único Espíritu?... porque vive Dios y vive el Señor Jesucristo y el Espíritu Santo...". Igualmente decía el gran obispo de Antioquía, Ignacio -el que marchó a Roma para ser comido por los leones- "son pues portadores de camino, portadores de Dios y portadores del templo, portadores de Cristo y portadores del Espíritu Santo."

"En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo", así comenzamos toda celebración litúrgica mientras nuestra mano traza la señal de la cruz. Mas allá de la rutina, el asombro nos abre a la adoración. En el mismo aliento del corazón, expreso mi fe en la Trinidad y en Cristo crucificado "el Hijo de Dios me ha amado, se ha entregado por mí" (Gal. 2, 20). Por medio de mis palabras, me ofrezco al Dios 3 veces Santo en el cual está el amor, la fuerza de la vida y por medio de mi gesto, reconozco que el Hijo me da su vida tomando sobre sí mi pecado. La cruz es el signo visible que todo esta cumplido en el misterio del amor de Dios por el hombre.

Jesús en la cruz es la última "teofanía", manifestación de la gloria de Dios en la economía de nuestra salvación. Todas las demás "teofanías" desde Abraham hasta la transfiguración, manifestaban poco a poco como el Padre cumpliría su promesa en su Hijo, pero en el momento de la cruz, la manifestación de la gloria de la Trinidad coincide con el cumplimiento de la obra que la glorifica (Juan 17, 1-4): Jesús revela en ella al Padre totalmente entregado en sus palabras que no son mas que un grito, El entrega su Espíritu en manos del Padre para dárnoslo (Luc. 26, 46; Jn. 19, 30). La realidad insólita de este misterio, la victoria del amor sobre la muerte, Cristo resucitado lo revela a aquellos que creen en El, pero su signo visible ofrecido a nuestra fe es el de su cruz. Cuando entramos en una iglesia, nuestra mirada orientada espontáneamente hacia el altar y hacia la cruz debe hacernos entrar en oración, para descubrir el cariño con que Dios se preocupa de las alegrías y lágrimas que acarician nuestra vida.
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3.2. El Bautismo

3.2.1. En las Primeras comunidades cristianas:

"Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle lo adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado. Y he aquí que yo estoy con ustedes, todos los días hasta el fin del mundo." Mt 28,16-20.

El ámbito vital de la conciencia de las comunidades de la Santa Trinidad es el bautismo. Su preparación, su celebración y su explicitación son el centro del que brotan una serie de ejes que serán las columnas vertebrales de la existencia, la fe y el anuncio de las iglesias: la señal de la cruz, el credo, la regla de la fe y la oración.

Todos ellos están claramente arraigados y estructurados en la Trinidad, todos son "en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". El bautismo como nacimiento a la vida cristiana fue también la cuna de uno de los filones más ricos de la reflexión teológica sobre la Trinidad. Para estos cristianos todo aquello que no ayude a vivir y anunciar a los Tres y lo que Ellos hicieron en el hombre y en la historia ha de dejarse de lado. Todo lo que permita desplegar y profundizar el bautismo ha de ser recibido. La identidad, la originalidad, la novedad cristiana están en los Tres que se nos han dado en el bautismo.

Por esto el bautismo, nuestro nuevo nacimiento, tiene lugar por estos tres artículos, y nos concede renacer a Dios por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Verbo, esto es al Hijo, que es quien los acoge y los presenta al Padre, y el Padre les regala la incorruptibilidad. Sin el Espíritu Santo es pues imposible ver al Verbo de Dios y sin el Hijo nadie puede acercarse al Padre, porque el Hijo es el conocimiento del Padre y el conocimiento del Hijo se obtiene por medio del Espíritu Santo. Pero el Hijo, según la bondad del Padre, dispensa como ministro al Espíritu Santo a quien quiere y como el Padre quiere.

Creer en los tres, sumergirse en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo es el primer acto de los cristianos.

3.2.2. Nuestro Bautismo

El bautismo es como la matriz de la oración cristiana. Bautizados en el agua y en el Espíritu Santo hemos sido sumergidos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Desde ese momento la Trinidad es el medio en que vivimos. Hemos nacido de nuevo, renacidos en la comunión divina. De ahí en más, en nosotros "el ser viejo ha desaparecido, hay un nuevo ser". Nuestras estructuras biológicas y psicológicas continúan siendo las mismas, pero el misterio de nuestra persona ya creada a imagen de Dios accede a su semejanza. La Trinidad habita en nosotros en lo mas íntimo de nosotros mismos y nos da a conocer su maravilla inefable, para vivirla e irradiarla y así otros puedan vivirla) vivirla e irradiarla para que otros puedan vivirla. Rezar será la respiración de esta vida nueva en la comunión de la Trinidad.

Nosotros hemos sido marcados tres veces con la señal de la cruz antes de profesar que creemos en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y tres veces el agua consagrada por el Espíritu nos ha sumergido en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Finalmente la unción del Espíritu Santo ha penetrado todo nuestro ser con su sello. Admirable progresión que traza en nuestros corazones el camino misterioso de nuestra oración de Hijos de Dios.

El bautismo es el primer sacramento porque es el sacramento de la fe, fundamento de la Iglesia que esta constituida por el Espíritu de Cristo resucitado como sacramento de la comunión de la Trinidad. Sacramento de la fe que realiza lo que significa. Nos introduce en el misterio de la comunión divina para hacernos vivir. Este es el sentido real de la triple inmersión en el nombre divino: un solo nombre, tres personas. Por el bautismo el creyente recibe la presencia de la Trinidad que acaba de profesar en el credo. Así es escuchada la oración de Jesús por aquellos que reconocen que el Padre lo ha enviado. "Yo les he revelado tu nombre y se los revelaré para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos." (Jn. 17, 26). No tenemos entonces que buscar a nuestro Padre fuera de nosotros porque ha hecho de nosotros su morada con su Hijo amado y su Espíritu de amor. En su nombre aprendemos a rezarle en Espíritu y en verdad.

El bautismo nos dona la gracia o vida de Dios y esta gracia obra por medio de las virtudes teologales. Por el don de la fe Dios nos permite participar de su conocimiento y por la caridad, de su querer y amor. Esta comunicación que Dios hace de sí mismo, vivida en el ya pero aún no de la esperanza, se alimenta y perfecciona por la Palabra y la Eucaristía, sacramento de comunión con Dios y unión de todos los hombres en Jesucristo. En otras palabras: la dinámica bautismal o vida santa exigida por el bautismo se obra mediante las virtudes teologales, la Eucaristía y la Sagrada Escritura.

Por medio del bautismo toda nuestra vida queda consagrada y santificada por Jesucristo, en el amor de su Espíritu, establecida en la nueva alianza e incorporada en la Iglesia. Somos así dinámicamente orientados hacia la plenitud del Padre y los hermanos. El don de la santificación se despliega mediante la fe, esperanza y caridad, la escritura y la eucaristía, en la exigencia de vivir santamente hacia el Padre nuestro.
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3.3. La Eucaristía

Cuando el hombre desde su profunda conciencia de si mismo percibe su propia insuficiencia y su fundamental orientación hacia Dios surge el deseo de buscarlo, conocerlo, obedecerle, poseerlo, amarlo, alabarlo y darle gracias. Todo esto lo va manifestando interna y externamente mediante actos cultuales a la manera de encuentros del hombre con Dios y de los hombres entre sí y diálogos de adoración y acción de gracias al Padre de recibir por Cristo y en el Espíritu la abundancia de sus dones.

La Liturgia impulsa a los fieles a que conserven en su vida lo que recibieron en la fe. La Liturgia es la acción sagrada por la cual mediante signos sensibles y eficaces, "El Padre por Cristo en el Espíritu santifica a la Iglesia y por ella, al mundo y a su vez mundo e Iglesia por Cristo en el Espíritu, dan gloria al Padre".

Por esto Cristo está presente con su virtud en los Sacramentos y con presencia "sustancial" en la Eucaristía. La comida del pan y vino consagrados manifiestan el banquete en el que Cristo es nuestro alimento. Por la comunión nos hacemos consanguíneos de Cristo. El mismo Jesús nos lo asegura " El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él" (Juan 6, 56). Como el Espíritu Santo habita plenamente en el cuerpo de Cristo así también habitará en plenitud en quienes son asimilados por este cuerpo.

La Eucaristía nos llena del Espíritu y nos une a todos en el único Espíritu . La Eucaristía es la principal fuente de la gracia de Dios , contiene al mismo autor de la Gracia. Teresa , la grande , basándose en su propia experiencia aconseja : " Acabando de recibir al Señor, teniendo la misma persona delante, procurad cerrar los ojos del cuerpo y abrir los del alma y miraos al corazón..." Animémonos a una comunión diaria o frecuente, dediquemos un rato para consumirnos en acción de gracias ante el Padre, por Cristo en el Espíritu y María.

Aterrizando como nos dice Bernardo:

"Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor"

"Quien no ama a su hermano a quién ve no puede amar a Dios a quien no ve"

" Amemos pues él nos amó primero" (1 Jn 4, 8. 19-20)

!El que no quiera entender que entienda¡

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3.4. La Trinidad y la historia

Cuando Dios creó el universo y al hombre, lo hizo para que participáramos de la comunidad divina de su amor: el Padre con el Hijo en el Espíritu Santo (Ef. 1,3-6). Este plan o designio divino de llevar la historia humana a su plenitud se realiza por medio de Jesucristo, el Verbo hecho carne, que al "vestirse" de nuestra humanidad, asumió también toda la historia. Desde la Pascua de Jesús, la Trinidad de alguna manera ha "entrado" en la historia.

Si esto es así, podríamos también decir que desde nuestro bautismo (mi incorporación a la Pascua de Jesús) la Trinidad ha "entrado" a nuestra historia personal. Concientes o no, toda nuestra vida se desarrolla "dentro" del misterio Trinitario. "En las profundidades de nuestro ser, donde ni siquiera puede llegar nuestra mirada, la gracia hace presentes al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, el único Dios en tres personas. El misterio de la Trinidad, en vez de ser una verdad árida de la inteligencia, es vida que vive en nosotros y que nos sostiene." (Juan Pablo II, Catequesis del 19 de enero de 2000).

Esta presencia nos susurra en el corazón la meta hacia la cual se dirige nuestra vida y nuestra historia: la Jerusalén celestial, el Reino definitivo (Cf. Apocalipsis 22, 17. 20). Pero también la Trinidad está presente en el "hoy" de nuestra historia. Normalmente percibimos a la historia humana como un caos de acontecimientos y hechos que se suceden unos a otros sin ilación ni sentido. La presencia trinitaria nos ayuda a descubrir el "sentido" de los acontecimientos, la voluntad salvífica de Dios en medio de ellos. Dios nos da también la fuerza para colaborar en su proyecto de salvación. Mediante el discernimiento de los "signos de nuestros tiempo" Dios nos invita a reconocer en medio de los "gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias del hombre de nuestros días" (GS 1) lo que quiere de nosotros, es decir, su voluntad de salvación.
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4. La Trinidad y nuestra vida contemplativa

Hemos estado viendo la Trinidad en la vida de la Iglesia, ahora trataremos de balbucear sobre la Trinidad y nuestra vida contemplativa. Diremos algo sobre la Trinidad en la contemplación, oración contemplativa y contemplación en María.

Vida filial y fraterna en el Espíritu, por Cristo, hacia el Padre. Vida acogida con fe, obrada en el amor y anticipada por el esperanza.

La espiritualidad cristiana es fundamentalmente una vida filial y fraterna en el Espíritu, por Cristo, hacia el Padre; vida acogida con fe, obrada en el amor y anticipada por la esperanza. Su meta es la santidad, es decir, la perfección de la caridad o unión con Dios.

La gracia es el inicio de la vida eterna y las virtudes teologales son el movimiento hacia Dios:

- Con la fe emprendemos el camino
- Con la esperanza nuestra intención y empuje se dirigen hacia la posesión de Dios.
- Con la caridad poseemos a Dios y nos unimos a El.

Otro enfoque para decir esto mismo sería:

El entendimiento, por la fe, es elevado a la Verdad divina: CRISTO
La voluntad, por la esperanza se eleva a los bienes eternos y es ayudada por DIOS
La voluntad libre, en cuanto principio de relaciones interpersonales, por la Caridad, es transformada por el amor de Dios y participa el ESPIRITU SANTO.

La contemplación es una forma particular de conocimiento: percepción de la fe por el amor viendo a quien amamos y amando a quien vemos; don de Dios que iluminando el entendimiento e inflamando la voluntad en el amor nos une a Dios.

La fe enamorada tiene una doble manifestación:

Mística: hallar todo en Dios, quien inhabitándonos nos revela su íntima vida Trinitaria y nos hace contemplativos en el corazón.

Profética: hallar a Dios en todo, quien salvando por Cristo en el Espíritu nos revela su voluntad salvífica y nos hace contemplativos en toda situación.

Nos atrevemos a decir para concluir que la contemplación es un ahondar en el amor del Padre y del Hijo. Mediante las virtudes teologales nos adentramos en el misterio Trinitario. Pero no debemos olvidarnos que la contemplación "se ha de alimentar y regir con la Sagrada Escritura ... fuente límpida y perenne de vida espiritual", pues "desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo."

Vivir filial y fraternalmente bajo la mirada del Padre, a la escucha de su Palabra (Cristo) y en adhesión a su voluntad (por el Espíritu Santo).

La oración contemplativa es un medio que nos ayuda a ahondar en la Santísima Trinidad. Veamos pues como en ella encontramos también presente a la Trinidad.

Entendemos por oración contemplativa estas tres realidades:

Toda relación personal, consciente y libre, basada en la fe viva, en vistas a la más íntima comunión con el Padre de Cristo y de la Iglesia, por Jesucristo, hacia el Padre nuestro en el Espíritu.

Tiempos fuertes de fe y amor para que la fe se enamore aún más y anticipe lo esperado.

Diferentes modos y formas de ejercitar la fe en el amor.

Nos damos cuenta entonces que la oración contemplativa es experiencia de la fe en el amor, dicho de otra forma es experimentar a la Trinidad. Encontrarnos con el Padre, por Cristo y en el Espíritu, donde El nos espera.

Vida filial y fraterna en el Espíritu Santo y en María, Madre de Cristo y de la Iglesia, por Jesucristo, hacia el Padre nuestro.

María tiene una participación muy significativa en la vida contemplativa. Como "Verdadera Madre" nos engendra en el Espíritu Santo y nos vivifica a lo largo de nuestra vida. Jesús quiere que a él y todo lo suyo lo recibamos en el Espíritu Santo y en María, la llena de gracia.

Por voluntad de Dios, María tiene parte en nuestra salvación, en nuestra santificación y pertenencia a Dios, en nuestra consagración. Cristo es la fuente de la gracia y María es su Madre; ella está ordenada a nuestra vida de hijos de Dios como Madre en la gracia. El Espíritu, dador de vida, nos engendró en María y ella nos dio su luz en las aguas del Bautismo.

Tomémosnos todos de la mano de María para llegar juntos al Padre, por Cristo y en el Espíritu. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
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5. María y la Trinidad

La Trinidad nos invita a vivir juntos, la Trinidad en nosotros, y nosotros en Ella. Toda nuestra existencia tiende hacia la visión de la Trinidad en la unidad.

La gracia es una comunicación personal en que los Tres de la Trinidad se comunican al cristiano, en que cada una de las personas de la Trinidad inhabita en nosotros.

¿Cómo se relaciona María con la Trinidad? María es toda relativa al Dios Trinidad y a nosotros; Ella sólo existe relacionada en reciprocidad con El.
Veamos el texto de nuestra alianza:

María,
Hija predilecta del Padre
Madre del Hijo único de Dios
Templo del Espíritu Santo
y esposa de san José

La primera parte de la primera estrofa de nuestra alianza comienza presentando a María como plenamente relacionada y por lo mismo como persona totalmente plenificada.

Hija predilecta del Padre pues:

Llegada la plenitud de los tiempos, el Padre envió a su Hijo para que se encarnase en María, convirtiéndola así en madre e hija en el Hijo

El Espíritu clama inefablemente en ella Abba

Como virgen fiel pone toda su confianza en la omnipotencia del Padre y se consagra para su servicio exclusivo

Como sierva obediente siempre cumple la divina voluntad del Padre

Canta proféticamente la misericordia universal del Padre y su predilección por los humildes y pobres entre quienes ella se cuenta

María despierta el corazón filial que duerme en cada hijo e hija del Padre

El culto que recibe tiene por fin conducir a los hijos al Padre en el Hijo

Madre del Hijo único de Dios pues:

Comunicó de su propia carne al Hijo eterno de Dios, una naturaleza humana igual que la nuestra

Al igual que en toda generación humana. La acción de María madre tiene por fin la persona, en este caso divina, que subsiste en la naturaleza humana

Respondió a la invitación divina con un sí totalmente libre y consciente: estaba totalmente abierta a escuchar y abrazar la Palabra

Dios la amó tan infinitamente y ella respondió tan acabadamente a tan dicho amor que de esa unión no podía nacer sino el mismo Dios

Experimentó como nadie el contenido de la palabra mamá: amor, acogida, impulso de ternura y cuidado hacia el Hijo de Dios

Acompañó a su Hijo a lo largo de toda su vida en esta tierra, más aún en el calvario y por eso mereció anticipadamente la resurrección y reinar eternamente junto a Él

Templo del Espíritu Santo pues:

Desde el momento de su concepción inmaculada fue conformada al Espíritu Santo para poder ser madre de Dios

Se encontró en cinta por obra del Espíritu Santo: el Espíritu que es amor actuó su divina fecundidad en María y Dios nació en Ella

María está total e inmaculadamente inhabitada por el Espíritu Santo: el Espíritu hace de ella una morada permanente viva y esponsal

Todas las obras de María son divinas pues su principio de acción es el Espíritu

Ella es un símbolo viviente e instrumento personal del espíritu de Dios

María es presencia sacramental de los rasgos maternos de Dios por su transparencia al Espíritu

Ella hace perceptible y experimentable en la historia el amor intratrinitario de Dios.

María está como enraizada en el mismísimo misterio de la Santísima Trinidad. Ellos la eligieron para comprometerse eternamente con ella y a través de ella con todos los hombres.

¿Hasta qué punto, la madre de Jesús está identificada en su espíritu con el espíritu del Padre de Jesús?

En Caná de Galilea, María dice: "Hagan todo lo que Él le diga"(Jn 2, 5).

En el bautismo de Jesús los cielos se abren sobre Él y se escucha una voz del cielo que dice: "Este es mi Hijo muy amado en quién tengo puesta toda mi predilección"(Mt 3, 17).

En la transfiguración la voz celestial completa su mensaje diciendo: "Este es mi Hijo el elegido, escúchenlo"(Lc 9, 35)

La voz de María en Caná "Hagan todo lo que Él les diga" sería equivalente al "Escúchenlo". Jesús reconocería en la voz de su madre el eco clarísimo de la voluntad del Padre. Obedeciendo esta voz Jesús realizó el primer signo y así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él.

María íntimamente unida al Dios Trino y eco de la Santísima Trinidad.

También sabemos que el Espíritu no obra sino mediante la Inmaculada por ello, ella es medianera de todas las gracias:

"El Espíritu Santo solo obra mediante la Inmaculada, su Esposa; en consecuencia ella es la medianera de todas las gracias del Espíritu. Y dado que toda gracia es un don del Padre, con Cristo y el Espíritu Santo, entonces no existe gracia que no pertenezca a la Inmaculada, que no le sea ofrecida y esté a su libre disposición".

El siguiente texto, pese a su esquematismo, nos dice muy a las claras que la mediación mariana ha de entenderse siempre en clave trinitaria, pneumatológica y cristológica.

"Así como desde siempre el Hijo es como el mediador entre el Padre y el Espíritu, así Jesús, el Hijo encarnado, se hace mediador directo entre el padre y el Espíritu Santo -como encarnado- en la Inmaculada, representante y Madre espiritual de toda la humanidad."

Por eso a ella le decimos:

Deseamos llegar al Padre,
Por Cristo, de quien eres Madre,
En el espíritu Santo que te habita.

Le pedimos aquello que María ha de mediar maternalmente en subordinación a Cristo y a su Hijo, nuestro caminar por Cristo en el Espíritu hacia el Padre.

María no es comprensible sin la Trinidad, sin la referencia a las tres personas divinas. Por esto mismo Ella revela en su vida la gloria de la Trinidad Santísima.

La acción de las personas Trinitarias en María produce una relación de semejanza: María se convierte en lugar y signo de la Trinidad y en camino hacia Ella. Dios actúa en María tal como Él es. Por eso: Dios Padre realiza y manifiesta históricamente, en y por María su misma paternidad eterna. La maternidad de María es a semejanza de la paternidad del Padre. Su propio Hijo eterno intradivino, comienza a nacer en la historia y nace para siempre en y por María. La madre María se asemeja a su Hijo y este a Ella. El Espíritu de la paternidad-filiación que eternamente vincula al Padre con el Hijo, empieza a vincularles, en esta historia, en y por María. María participa, se asemeja y refleja como nadie al Espíritu vinculante de amor.

Ante este misterio que va más allá de nuestro entendimiento solo podemos postrarnos y pedirle:

"María sabemos que el lugar de encuentro con la Santísima Trinidad por excelencia es tu corazón. En él queremos habitar y reposar permanentemente sabiéndonos amados por ellos. Regálanos tu fe, para creer sin ver, tu esperanza y tu corazón enamorado para amar a la Santísima Trinidad y amarnos entre nosotros con ese fuego de tu amor."

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Práctica

Te proponemos algunas prácticas para acercarte de una manera concreta al misterio de la Santísima Trinidad. Podés elegir una, todas, o agregar una de tu propia cosecha:

· Visitar el Santísimo y entrar en la mirada amorosa por Cristo en el Espíritu.

· Buscar el camino más corto que es aferrarse a los brazos de María para llegar al Misterio Trinitario.

· ¿Podría tomar conciencia de la presencia de la Santísima Trinidad cada vez que hago el signo de la señal de la cruz? Entonces, todos los días al levantarme hacer la señal de la Cruz y así empezar cada día bajo la protección de Dios 3 veces Santo.

Teniendo en cuenta que:

La inhabitación trinitaria no se da solamente en el alma de los cristianos individuales, sino también en la vida de comunión. La trinidad vive en la comunidad de los cristianos, en los vínculos de los discípulos que entran, por la gracia, en la dinámica del mandamiento nuevo de Jesús. Cristo en la cruz es la manifestación más elocuente del amor trinitario, por eso sólo a través de la cruz podemos acceder al ágape del Dios Trinidad. La comunión es siempre fruto de la entrega, pasa por la cruz y por el olvido de sí mismo a fin de afirmar a los otros.

· ¿Puedo en la vida diaria, poner en práctica, donde más me cueste, gestos concretos de: perdón, compasión, acogida, escucha, servicio, afecto, ayuda, alegría y buen humor?

Oración

Acompañar esta parte de la ejercitación con un momento diario de oración bíblica, con las siguientes lecturas:
Lc 10, 21-22; Jn 6, 57; Jn 14, 23; Jn 17, 20-23; Rom 8, 14-17; Gal 4, 4-7; Ef 1, 3-14.

Lectura

Leer el tema y determinar:

Los sentimientos causados
Los recuerdos
Lo fundamental del tema
Lo no entendido
Lo nuevo
Lo que no estás de acuerdo
Decisiones a tomar

Expresa con tus propias palabras o por otros medios qué es:

La Señal de la cruz:
Los Vínculos:
La Santísima Trinidad.:

Cuestionario Personal

1. Meditar con las citas dadas y escribir características de la relación del Padre con el Hijo y las del Padre y el Hijo con el Espíritu.

2. Pensar propuestas sencillas y concretas para mi vida de todos los días que me definan cómo podría hoy con-vivir con los vínculos de Jesús.

3. En qué momentos de mi vida me he sentido más cerca del Padre; en que momentos del Hijo; en qué momentos del Espíritu Santo.

4. Así como las primeras comunidades le pusieron el nombre de Trinidad a ésta comunidad de amor , qué nombre le pondría yo?

4. ¿Cómo y cuál es mi vínculo con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo?

5. ¿Dónde encuentro más frecuentemente a la Trinidad?

Lectura Espiritual

Santa Isabel de la Santísima Trinidad, Recuerdos y elevaciones
San Ignacio de Loyola, Diario Espiritual

Escuela de Ejercitadores Nazareth
Noviembre de 2000
Año Santo Jubilar

 

Orientaciones para una espiritualidad cotidiana

1er Ciclo de Cartas

Estas cartas no son cartas para ser solamente leídas. Son cartas para ser trabajadas. Cada una de ellas es una ejercitación. ¿Qué es una ejercitación? Es un tiempo fuerte de ascesis y oración a fin de formarse en la espiritualidad. Estos ejercicios espirituales se pueden realizar en medio de los quehaceres de la vida diaria. Son ejercicios espirituales que transforman en la medida que se van encarnando. En este sentido es útil trabajarlas con algún método o práctica como las que pueden consultar en este lugar [Prácticas]

Los invitamos a que comiencen esta tarea, como dice Santa Teresa, con determinada determinación, pidiéndole a María de Guadalupe, nuestra Madre de América, que enamore nuestra fe para vivir, desde ya lo esperado. Solamente un corazón enamorado busca sin cansancio y halla lo que desea. María nos regala su corazón enamorado para que vivamos en permanente búsqueda y hallazgo de Dios, en la fidelidad de su amor.


INDICE
  1. Espiritualidad mariana contemplativa
  2. Contemplación cristiana
  3. Oración contemplativa
  4. Eucaristía
  5. Biblia
  6. Piedad católica
  7. Ascesis
  8. Reconciliación sacramental
  9. Persona
  10. Vida contemplativa
  11. María
  12. Alianza en María

"Bajar" todas las cartas en un solo archivo comprimido

[Versión Español]
May 1st

My dear friends:

For a good while back, and not months only, but years, you have been asking me for a letter that will help you to know Mary better. Someone has even gone to the extreme of suggesting that I write a book of Mariology. Such a book is completely outside my capacity and strength. I suggest that one of you write the book; better still, one of you women! But a letter is within my possibilities. I don't say this through any false modesty, but because it's absolutely true. Those who know me well can confirm the fact.

[English Version]

La espiritualidad de Soledad Mariana intenta llevar a una vida contemplativa en María; es decir, a vivir en una continua búsqueda y hallazgo de Dios, madurando en las virtudes teologales: fe, esperanza y amor. Se concreta en una alianza con Dios en la soledad y solidaridad de María profundizando nuestra alianza bautismal. Ella nos enseña a unir la oración en la Anunciación, con el amor fraterno en la Visitación. La soledad de María es la cara íntima de su solidaridad.

[English] | [Français]

Pronto podremos ver la versión en ITALIANO y en PORTUGUÉS.

La espiritualidad de Soledad Mariana se caracteriza por subrayar el valor de la contemplación en el cristiano tomando a María como modelo. En esta carta, el P.Bernardo Olivera presenta a la vida contemplativa del cristiano como la maduración de las virtudes teologales, es decir de la fe, la esperanza y la caridad

Marian Contemplative Spirituality
[Français] | [Español]
November 1st

My dear friends,

The spoken word tends to be carried off by the wind; the written word, we are told, can be referred to when it has been forgotten. But how difficult it is for me to write about those things of which I have spoken so often! Here I am, mute and with pen in hand.

I do not doubt, I believe wholeheartedly: Mary has been forming us; and she will continue to do so, since we are the Church. She has shown us the mystery of her solitude: Mary from her solitude has captivated us. Solitude, yes, but not just any kind; it is her solitude, that of the Virgin Mother who received the message of the angel and visited her dear ones. Mary is God's link with us; her solitude is the inner face of her solidarity, her solitude is solidarity.

And with all this burning inside of us, we began to move, we continued moving until we called ourselves a Movement. You must forgive the foregoing ramblings, I could not avoid stammering.

Let's get down, then, to what concerns us in this letter: spirituality and especially Marian spirituality. Our concept of Christian spirituality is simple enough:

A filial and fraternal life in the Spirit, through Christ, to the Father; life accepted in faith, lived in love, and anticipated in hope.

Well, then, this life, by its very nature, is ecclesial and contemplative. The Church is, in effect, the community of faith, hope and charity united in virtue of the unity of the Father, the Son and the Holy Spirit. And what is Christian contemplation if not a loving faith as the first fruits of hope which permits us to unite ourselves to the Father, through Christ, in the Spirit?

In the same way, Christian spirituality is in itself Marian. The Marian aspect is a constitutive dimension of Christian spirituality; this latter would not be what it is if the Marian aspect or dimension where lacking. Why? Because that's the way God wanted it! But what are the reasons that moved Him? In spite of our blindness, we can see at least the following:

First and foremost, because Mary is the Mother of Christ and Mother of his

Body, ourselves, the Church.

From this it follows that the divine life, grace, comes to us through Mary's intercession.

Also, that she is the perfect model of Christian life; she is so attractive that she invites us to imitation.

Let's not forget that the mission and action of Mary in the very heart of the Church is a most fruitful supernatural reality that makes us "other Christs." Our Virgin Mother is the environment, the climate, the surroundings, the womb in which the Spirit forever incarnates Jesus.

The Church has never hesitated in confessing this maternal function of Mary; quite the contrary, the Church experiences it continually! St Pius X, basing himself upon this faith and this age-old Christian experience, was able to say: "There is no surer and smoother path than Mary to come to Christ and unite oneself to Him and obtain through her mediation the perfect adoption of sons and daughters, so that we may be saintly and immaculate in the eyes of God". (Ad diem illum).

Marian spiritualities recognize and bring out the features of Mary in the face of Christ; they reveal the imprint, the shading, the Marian tint of Christian spirituality; they try to use all necessary means to make Mary more present in our life and her influence even more evident.

Those who live explicitly this Marian spirituality perceive the personal presence and feel the positive and forming influence of Mary in their lives. Mary, the Mother, awakens the filial heart that sleeps in them and creates the familiar climate in which they feel themselves to be and are, brothers and sisters. Mary, the Woman, helps them to spiritualize the flesh and incarnate the spirit.

Finally, any person who looks at us, not only should be able to recognize Christ, but also, by our attitude and the things we do, should be able to affirm without hesitation: you are a child of Mary!

But in our own particular and concrete case, in Soledad Mariana, how is Mary our model and whither is she drawing us? What does she invite us to imitate and what does she desire to give us?

I suppose it isn't necessary to look too far to find the answer. Of course, that's it: contemplation in her all-embracing solitude!

We have received the grace to be contemplative in Mary for the edification of the Church and the illumination of the world. Contemplatives in Mary; sharing her faith, hope and love; contemplating the life and the works of God with the eyes of Mary; contemplating the mystery of Christ with her loving faith, with her faith illumined by the fire of love, in her warm light which both illuminates and inflames with love. Really, in Mary's wisdom, her delightful wisdom, we have an idea of what it is to have a taste of God and we act accordingly.

This is what the Virgin of Guadalupe showed us and began to teach us from the very first day. It is in our very birth, in our roots, in our origin. Without this grace we wouldn't have any reason for existing, nor significance, nor even a name, we would lack identity. Everything else is in addition to this grace. Our contribution to the Church today is to contemplate with the light of Mary's faithful eyes, loving in the flames of her burning heart.

Mary taught us this and continues to teach it to us, and our bishops gathered together in Puebla confirm it: "She is completely Christ's and with Him, completely the servant of all..., contemplation and adoration which bring out the most generous response in those who are to be sent, the most fruitful evangelization of all peoples (294; cf. 251).

Well, I don't want to take up more of your time or bore you. Do you have a moment more? Then let us pray together:

Mary of Guadalupe,
with your contemplative eyes and your missionary womb,
with your hands joined in prayer
and your feet hastening to spread the Gospel:
teach us to live the unity of your mystery!

In God, for us,
and with us, for God.
Face to face with Him
even while shoulder to shoulder with them.

Virgin Mother of the Annunciation,
Mother Virgin of the Visitation,
hear our prayer,
through Jesus Christ, your Son, our Lord.

 

And I close, offering you a suggestion until the next letter: let us ask for the grace, and dispose ourselves for it, to continue growing in the mystery of Our Lady of Guadalupe: all in God and God in all.

I count on your prayers. You are always present in mine. May the shadows become transparent for you through the light and the love of the Immaculate.

Always in her, with a hug for each of you,
Bernardo

Letre sur la Contemplatio chrétienne
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19 Mars

Très chers amis,

Ma dernière leerte date déjà de queatre mois. Ils ont raison ceux qui disent que le temps vole. Aujourd'hui, fête de Saint Joseph, ye vous écris de nouveau puor communiquer avec vous tous at avec chacun d'entre vous. Je profite de cette lettre précédente. Vous en sauvenez-vous? Je vous y parlais de la spiritualité mariale et, plus concrètament de notre identité. Si je ne vous remercie pas des commentaires négatifs c'est parce que je n'en ai pas reçu..., cependant je suis prêt à vous en remercier dans l'avenir.

Dans l'autre letre je vous disais que Marie est pour nous un modèle qui nous attire vers la contemplation dans sa solitude solidaire. Le Seigneur veut que nous soyons des contemplatifs en Marie.

J'essayerai maintenant, le mieux que je peux, de vous dire quelque chose au sujet de la contemplation chrétienne. Ne vous impatientez pas. Je serai bref. Je dirai seulement quelque chose. Je me contenterai de répondre en deux mots à la question: que'est-ce que la contemplation? C'est-à-dire, quelle est son essence, qu'est-ce qui est sous-jacent à toute forme d'oraison contemplative et va plus loin que chacune d'ellas? Les gens compétents disent que l' homm est un animal raisonnable, et qu'il l'est quelle que soit sa taille, sa couleur, son poid... De la même façon, nous essayons de savoir ce que'est la contemplation quelles que soient les formes qu'elle peut prendre.

Je commence par cette affirmation: la contemplation est une manière de voir. Une forma particulière de connaissance. Par le don de la foi, Diu nous donne des yeux neufs: ses propres yeux! Par le don de l'amour il nous donne un coeur nouveau: le sien! Si nous acceptons son don et si nous savons en profiter, nous pourrons voir avec ses yeux et vivre avec son coeur.

Or la foi sans amour est morte: l'amour vivifie la foi. De la même manière, le yeux sans le coeur sont morts, ils ne peuvent pas voir: le coeur donne vie aux yeux en leur permettant de voir.

Qu'est-ce que la contemplation? Voir avec les yeux du coeur: avec les yeux du coeur de Dieu! La contemplation est un don que nosu devons acquérir. Nous en avons reçu les arrhes avec la foi et l'amour. Si celles-ci grandissent elles se transformeront en fou amoureuse qui reconnaît Dieu partuot et nous unit à Lui.

Afin que vous puissiez mieux comprendre ce que je viens de dire, voici deux petits récits. Récits, oui, mais tirés de la vie réelle. Je suis sûr qu' un amoureux, ou plus encore, une amoureuse, saisira le premier au vol. Le second sera clair comme de l'eau de reoche pour tout les mamans.

Il y a quelques années j' ai eu la grâce de connaître une moniale très âgées; elle s'appelait Rosa et faisait partie de ces gens quie sont plus sages que bien des gens instruits. Je voulais savoir ce qu'était la contemplation. Et je le lui ai demandé. Pour toute réponse, elle me confia ce que je vais maintenant vous dire aussi littéralemente que ma mémoire me le permet.

-« Jamais je n'oublierai la première fois que je fus aimée. Etant donné ce que j'étais, en un premier moment cela ne me parut pas vrai. Cependant je me suis lancée et je fis confiance, ensuite je crus et quand je me mis à aimer, je rencontrai ce que j'espérais, ce que j'avais désiré jusqu'à ce moment. Quelques mois plus tar, tout ce que je savais me devint obscur: je devais faire sien ce qui était mien. Un peu plus d'un an après notre mariage la lumière commença à se faire. Je commençais à regarder et à voir d'une nouvelle manière: avec la chaleur des yeux de notre amour...Cela fait déjà quarante ans que mon mari est mort et trente deux ans que mon Seigneur et Espux m'a appelée au couvent... Et je continue à voir, encore plus clairement qu'avant, grâce au don de Son amour».

Une aute fois, parlant de la contemplation à un groupe de familles, une maman qui avait eu son premier enfant depuis peu, me dit ceci.

-«Quand Carlitos est enrhumé, je le sais avant qu'il commence à éternuer ou à avoir le nez qui coule».

Intrigué j'ai pensé: «Comme c'est curieux, Dolores, que je sache, n'a jamais étudié pour être infirmière; je suis sûr, en plus, qu'elle ne sait même pas ce que c'est que la puériculture». Est je lui ai demandé:

-«Perdon Dolores, mais je ne comprends pas comment tu fais pour savoir que ton fils est enrhumé avant qu'apparaissent les symptômes.

Sa réponse fut instantanée:

-C'est très simple, je l'aime!

Son mari Ramón se mit à parler. Jamais auparavant il n'avait voulu assister à aucune réunion. Il faisait partie de ceux qui, à la messe, reste au fond, même si lees premiers bancs restent vides. Je le connaissais seulement de vue. Ce jour-là, par hasard ou par providence de Dieu, il se trouvait parmi nous. D'une voix ferme il ajouta:

-Je pense que la contemplation est la foi illuminée par le feu de l'amour.

Saint Jean de la Croix!, me suis-je dit tout étonné. Je repris souffle quand quelqu'un expliqua que Ramón était capitaine de pompiers.

J'espère que ces deux histoires vous font méditer. Pour ma past, je suis sûr que Saint Paul confirmerait sans sourciller ce qu'avaient dit Rosa, Dolores et Ramón. L'apôtre vagabond demandait toujours au Père d'illuminer les yeux du coeur des siens afin qu'ils le connaissent pleinement (cf. Ep 1, 15-19; 3, 14-19; 4,13). Il sabait bien que Dieu est parfaitement connu seulement quand l'amoru est grand (cf. Ph 1, 9 -11; Col 2, 2-3; 1, 3-12; 3, 9-14).

Saint Pierre, le premier pape, enseignait que sans une foi couronnée par la charité, on est comme un aveugle, un myope qui ne peut connaître pleinementJésus (cf. 2 P 1, 1. 11).

Et les disciples d'Emmaüs, Cléophas et l'autre, étaient déssespérés à cause de la mort du Maître, sans foi et sans amour, le regard vide, le visage morne et le cour froid. Cependant le fond du problème consistait en ce qu'ils ne croyaient pas en la résurrection. Alors Jésus les rejoignit; cependant ils ne le reconnuerent pas. Il leur expliqua les Escritures et arrivé à la maison il partagea le pain. Alors, enfin, leurs yeux s'ouvrirent, leur coeur se mit à battre et ils le reconnurent pleinement (cf Lc 24, 13-35).

Enfin, Jésus lui-même, en personne, nous dit que seuls, ceux qui, parce qu'ils sont simples, reçoivent la révélation du Fils, connaissent parfaitemente le Père (cf. Mt 11, 25-27). Et je ne doute pas que Rosa, Dolores et Ramón soient de ces petits à qui le Père ne cache pas son Mystère.

Revenant à ce que je vous disais au commencement, la foi est participation à la connaissance divine, tout comme l'amour est participation à la vie de Dieu, qui est Amour. Mais personne n'est fils de Dieu sinon dans le Fils, Jésus Christ.

En effet, tous les dons de Dieu son en Jésus. Bien plus, Jésus est le gran Don du Père aux hommes. La contemplation chrétienne est vision avec les yeux du coeur de Jésus réssuscité.

Et Jésus veut que nous le recevions, lui et tout ce qui lui appartient, dans l'Esprit et en Marie, la pleine de grâce. Pour cette raison nous voulons être contemplatifs en Marie. Nous voulons contempler Dieu avec la foi et l'amour de Marie, avec les yeux de son coeur.

Je pourrais déjà conclure ici, mais il se trouve que Marie est mariée! Ce serait un manque de tact impardonable de laisser de côté saint Joseph. Et surtout quand il s'agit de contemplation. Teresa d' Avila, qui savait de quoi elle parlait, conseillait: «Celui qui ne trouve pas de maître pour lui enseigner l'oraison, qu'il prenne ce saint glorieux comme maître, et ainsi il ne se trompera pas de chemin» (Vie, VI:7).

Si vous le voulez bien, je vous propose de nous unir tous les jours dans une prière à saint Joseph. Etes-vous d'accord? En avant donc, prions:

Joseph, jeune homme en qui Dieu et confiance,

Epoux de notre Mére et Vierge, Marie:

Admets-moi dans l'intimité de ton secret!

silencieux et attentif,

serviable et présent...

Toi, aux yeux pleins d'amiratión,

aux désirs comblés,

au coeur enflammé,

aux manches retroussées...

juste époux croyant,

fidèle père obéissant...

Par la solitude de tes nuits

et la solidarité de tes jours:

accueille-nous en Marie

et fais reposer le nom de Jésus sur ma vie!

Et maintenant oui: point final. Comptez toujours sur mon souvenir de frère. Que la proximité de la fête de Pâques vous remplisse de Vie. Soyons solidaires pour que nos solitudes soient fructueuses.

Très amicalement en elle.
Bernardo

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