Muy queridos amigos:
Ya les he contado qué es la contemplación cristiana. Os lo recuerdo por si...: fe enamorada en anticipo de esperanza; con otras palabras: unión con Dios de mente y corazón. Confío en que esto lo tengamos ya firmemente asentado.
Hoy se habla bastante de oración contemplativa. Y se dice poco aunque se habla mucho. ¡Quiera el Señor que pueda decirles ahora mucho en poco! Qué es la oración contemplativa, cuáles son sus principales modos y algunos consejos prácticos, frutos de la experiencia más que de la ciencia, serán los temas centrales de esta carta. Recordar un principio y expresar un deseo servirá de conclusión.
La oración es sencillamente comunicación o relación con Dios, lo cual significa que la oración es una actividad teologal, pues sólo mediante las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) podemos relacionarnos con Dios.
El que ora estando en pecado grave, ora con fe, pero no con amor. Su fe está muerta, no la vivifica el amor. Su oración no es contemplativa, porque la contemplación es inherente a la fe viva.
El orante en estado de gracia, en amistad con Dios, ora con fe y amor. Su comunicación con Dios es ya contemplación. Y cuanto más amor, cuanta más amistad con Dios, más contemplación, más participación en la visión de los ojos y el latir del corazón de Dios.
Por eso, bien dijo santa Teresa que la oración es amistad con Dios, tratar amigablemente con él largos e íntimos ratos. De lo cual ella concluye que la contemplación es amistad estrecha con el Señor (cf. Vida, VIII: 5; Camino de perfección, XXVIII: 3).
¡Muy bien! Diez puntos para Teresa. No en vano es doctora en asuntos de comunicación y relación con Dios. Pero nosotros, ¿qué entendemos por oración contemplativa? Una sola cosa, pero desdoblada en tres, a saber:
- Toda relación personal, es decir, consciente y libre, basada en la fe viva, en vista a la más íntima comunión con el Padre por Cristo y en el Espíritu.
- Tiempos fuertes de amistad con Dios a fin de estrechar dicha amistad; tiempos fuertes de fe y amor para que la fe se enamore y anticipe lo esperado.
- Diferentes modos y formas de ejercitar la fe en el amor, abiertos al infinito de Dios y a su presencia salvadora.
Y que la unción del Espíritu los ilumine y me ahorre así a mí ulteriores aclaraciones y comentarios.
He hablado de diferentes modos y formas. ¿De qué se trata? Cada uno de ellos es una encarnación concreta y definida de la fe enamorada. Siendo todos ellos actuación de la vida teologal, crean en nosotros una actitud que nos permite vivir contemplativamente. Pero, atención, la calidad de nuestra vida cotidiana y pedestre condiciona los tiempos fuertes de oración contemplativa: sólo los puros de corazón, los que han centrado su amor en Dios, ven a Dios.
Los modos y formas pueden ser muchos. Pero hay dos que son fundamento de todos y, por lo mismo, nunca pueden faltar. La Liturgia y la Escritura son los pilares de cualquier oración contemplativa. Cristo está presente y actúa mediante ellas de manera imponderable. El discernimiento espiritual, la creación visible y material, la piedad popular y la espontaneidad del Espíritu pueden dar también lugar a tiempos fuertes y a otros modos y formas de fe enamorada.
Nuestra relación con Dios evoluciona a lo largo de nuestro peregrinar en su búsqueda. La progresión va en la línea de la simplificación e interiorización. Esto implica que hay que estar siempre discretamente listos para cambiar modo y forma de trato con Dios. Lo importante es que todo ayude y nada impida la simplicidad y libertad del niño que está abierto a lo que su Padre le quiere dar.
Y ya que se me ha escapado un consejo, les entrego otros tres que aún tengo guardados. Son vida puesta en palabras. Si los pueden leer con sus propias experiencias es señal de que no los precisan y tienen derecho a darlos.
Las dificultades no faltan en la vida de contemplación. Esto lo aprende pronto quien se entrega del todo a ella. Sólo quien ofrece su sangre recibe el Espíritu, dijo alguien que sabía lo que decía. ¿Qué dificultades? Sueño, tentaciones, distracciones, sequedades, o arideces, entre otras. Las causas de estos problemas pueden ser variadas, pero gracias a Dios hay un remedio de amplio alcance. Les doy la receta: determinar con sencillez el posible origen, poner medios para extirpar las causas voluntarias, perseverar con paciencia y esperanza, recordando que perseverancia y éxito van siempre de la mano.
"No tengo tiempo", se oye decir con frecuencia. Suele sonar a excusa que acusa. La oración contemplativa es asunto de amor más que de tiempo. Los suspiros de amor, que yo sepa, toman unos pocos segundos. La experiencia me ha enseñado que siempre tengo tiempo para lo que amo y quiero; cuando me falta tiempo es que ando tibio en el amor. "Me sobra tiempo y me falta amor", suena más sincero.
También se oye: "No siento nada". Pero, acaso ¿amar se reduce a sentir? Amar es querer. El que persevera, aunque juzgue que no pasa nada, sólo porque Dios lo quiere, para agradarle a él, tenga por cierto que pasa mucho. Quien ama por amar, ama. ¿No sientes nada y perseveras? Feliz de ti, llegarás a esa contemplación perfecta que, por ser plenitud de amor, exige olvido total de sí mismo e implica transformación en el Amado. ¡Deja dormir tranquilo al Señor! El ya despertará y te despertará cuando despunte el alba.
Hasta acá llegan los consejos y comienza la conclusión de la carta. Había quedado en recordarles algo importante y expresarles un deseo.
Nunca olvidemos que nadie ora y contempla por propia cuenta y riesgo. Jesús con su Espíritu es el Maestro que siempre nos asiste. Aún más, nuestra oración contemplativa es participación en la de Jesús, único orante y único contemplativo. Más aún, siempre oramos y contemplamos en el ámbito sonoro y luminoso de la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo resucitado. Y María, la llena del Espíritu y Madre de Jesucristo y de la Iglesia ¿puede estar ausente? ¡De ninguna manera! Todo lo nuestro, cristianos, es en ella.
Cuánto alegraríamos al Señor si hiciéramos, cada uno en su propia casa, un oratorio o contemplatorio donde escuchar y responder, mirar y ser mirado por el Padre. No sería más que un rinconcito donde la Iglesia doméstica se une a María de san José para anticipar la Palabra y glorificar al Padre, por Cristo, en el Espíritu.
Ya he dicho todo; si algo falta, es que aún no lo he oído ni puesto en práctica. Les pido una oración. Están siempre en el sacrificio de las mías. Nos encontramos todos los días en la soledad de María. Todo y siempre en ella, la de san José.
Con un abrazo bien grande.
Bernardo
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