Ejercitación Mariana Contemplativa
Indice
1. Introducción
2. Los Fundamentos
2.1. La Sagrada Escritura2.1.1. Revelación de Jesús sobre sí mismo
2.1.2. Los discípulos confiesan a Jesús2.2 El magisterio de la Iglesia y la Trinidad
3. La Trinidad en la vida de la Iglesia
3.1. La Señal de la cruz
3.2. El Bautismo3.2.1. En las Primeras comunidades cristianas:
3.2.2. Nuestro Bautismo3.3. La Eucaristía
3.4. La Trinidad y la historia
4. La Trinidad y nuestra vida contemplativa
5. María y la Trinidad
Práctica
1. Introducción
El papa Juan Pablo II nos invitó en los últimos años a recorrer un camino de preparación, reflexión y oración ante el Jubileo que celebramos por los 2000 años de la venida de Cristo. El primer año giró frente a la figura de Dios Padre, el segundo frente a Jesús, y el tercero frente al Espíritu Santo. Este camino despertó en cada uno de nosotros diferentes sentimientos, descubrir distintos aspectos de las Tres Personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, de la relación entre ellas y tal vez lo más profundo de nuestra relación con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo.
Fue un camino que nos reveló, que muchos de nosotros teníamos una relación más acentuada, con Jesús, otros con Dios Padre, tal vez lo más fuerte fue, que la relación personal con el Espíritu Santo no había sido tan tenida en cuenta por algunos de nosotros. Descubrimos carismas, miradas, presencias, y ganas de un poco más.
Finalmente en este año del Jubileo, profundizamos sobre la Santísima Trinidad, la relación entre las Tres Personas, sus vínculos en este misterio de amor.
Al igual que los primeros cristianos, recorrimos un camino. Ir develando este misterio, siguiendo Las Escrituras, y la revelación de Jesús, sobre su Padre que está en los cielos y el Espíritu que ilumina nuestro camino.
Recorrimos este camino de la mano de María que fue la primera en recibir esta revelación y la primera que dijo Sí frente a este misterio. Hoy queremos compartir en estas líneas, algunas reflexiones que surgen sobre el trabajo en la escuela en este año de Jubileo y de especial Gracia.
Conscientes que frente al misterio todo lo que podemos decir es nada, o muy poco, nos animamos a escribir esta carta para compartir un misterio de amor que en el camino recorrido en este año jubilar dedicado a la Santísima Trinidad, "nos hizo arder los corazones" (Lc. 24, 32).
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2. Los Fundamentos
2.1. La Sagrada Escritura
El nombre Trinidad no esta en las Escrituras, ¿de dónde salió entonces? ¿Cuál es la razón que hace que los discípulos de Jesús , esencialmente monoteístas, comprendieran que en su único y eterno Dios hubiera tres personas? La razón es el impacto que produjo en ellos el mensaje de Jesús de Nazareth.
2.1.1. Revelación de Jesús sobre sí mismo
Entremos en los Evangelios y escuchemos con los discípulos al Maestro hablar sobre sí mismo:
"Yo soy el Buen Pastor, el buen Pastor da su vida por las ovejas." Jn 10, 14-15
"Yo soy la Luz del mundo. El que me siga no andará en tinieblas..." Jn 8, 12
"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí." Jn 14, 6-7
"Yo soy el Pan de Vida" Jn 14, 34
"Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente." Jn 6, 51
Jesús de Nazareth, según el Nuevo Testamento, se revela a sí mismo en relación a dos vínculos privilegiados que son los protagonistas claves de su vida y de su misión: el Padre y el Espíritu Santo.
-Con el Padre, de quien procede:
"Si Dios fuera su Padre ustedes me amarían, porque yo he salido de Dios , y vengo de él...." Jn 8, 42
Su relación íntima y novedosa con Dios. El misterio de Jesús radica esencialmente en la relación filial que El tiene con Dios. En su oración llama a Dios Abba, término que en arameo significa Padre con matiz de familiaridad e invita a sus discípulos a imitarlo. Este es el secreto íntimo en que se originan todos los comportamientos de Jesús.
"....sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre." Jn 5, 18
"....y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el Padre me enseñó. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada." Jn 8, 28-29
"El Padre y yo somos una sola cosa." Jn 10, 30
"Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se los concederá en mi Nombre." Jn 16, 23
"Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti"
Pero los discípulos no comprenden :
"Felipe le dijo, Señor muéstranos al Padre y eso nos basta. Jesús le respondió :" Felipe, hace tanto que estoy con ustedes, ¿ y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre..." Jn 14,8-9.
Con el Espíritu Santo: a pesar de que no comprenden, Jesús continúa con su misión y les habla a los discípulos de su ida:
"Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: ¿ A dónde vas?...." Jn 16,5
"Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, Se los enviaré." Jn 16,7
"Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se los anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: "Recibirá de lo mío y se los anunciará a ustedes, " Jn 16,13-15
El Espíritu es claramente distinto de Cristo; es el garante de la "comunión entre el Señor y el hombre" precisamente porque es, ante todo, "el medio de comunicación entre Dios y Cristo" y sólo se lo puede conocer en su íntima relación con ellos. Por eso puede ser considerado el vínculo por excelencia.
2.1.2. Los discípulos confiesan a Jesús
Y como se los había anunciado Jesús, es recién después de su muerte, a la luz de la Pascua y Pentecostés que la comunidad cristiana va comprendiendo, ahondando cada vez más la importancia, el sentido de estos vínculos que él tiene con su Padre y con el Espíritu Santo. A esta comunidad de Amor que ellos empiezan a comprender la llaman Trinidad: comunidad de Amor engendrada por el Padre, revelada por Jesús y comprendida por los discípulos a la luz del Espíritu de la Verdad. Escuchemos ahora lo que ellos quieren revelarnos de Jesús :
"Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios...... "
"...pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, Que está en el seno del Padre." Jn 1,1-2,17-18
2.2. El magisterio de la Iglesia y la Trinidad
Y es el mismo Espíritu Santo, el Espíritu del Padre y el Hijo, quien se sigue revelando en la Iglesia, por eso ella hoy nos dice:
"El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la jerarquía de las verdades de la fe. Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos." Catecismo de la Iglesia Católica 234
El corazón de la Buena Noticia, de la propuesta salvadora del Padre, es el anuncio del Reino, proyecto del Padre asumido por Jesús como propio y llevado a su consumación por la fuerza del Espíritu Santo.
Entonces entrar en el Reino es dejarse involucrar en los vínculos que Jesús tiene con su Padre y con el Espíritu. Seguir a Jesús es con-vivir sus vínculos, es adentrarse a ser hijos de su Padre y a ser transformados, habitados e impulsados por el Espíritu Santo. Entrar en el Reino es entonces dejarnos involucrar en los vínculos que Jesús tiene con su Padre y con el Espíritu. Seguir a Jesús es con-vivir con sus vínculos, es adentrarse a ser hijos de su Padre y a ser transformados, habitados e impulsados por el Espíritu Santo.
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3. La Trinidad en la vida de la Iglesia
3.1. La Señal de la cruz
"En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo", los cristianos deberíamos preguntarnos qué significa este gesto de trazar con nuestra mano la Señal de la Cruz.
Los cristianos y cristianas de los primeros siglos hicieron del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo el corazón de su vida y de su anuncio. La mención de los tres nombres fue apareciendo en cada uno de los momentos en los que se requería decir lo fundamental de la fe de los cristianos hasta convertirse en una tríada santa que se fue cristalizando en oraciones, fórmulas, enseñanzas y gestos.
Por lo demás, hermanos, alégrense; sean perfectos; anímense; tengan un mismo sentir; vivan en paz, y el Dios de la caridad y de la paz estará con ustedes. Salúdense mutuamente con el beso Santo. Todos los Santos los saludan. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes (2 Cor 13, 11-13).
El Papa Clemente -el que mencionamos junto con Lino y Cleto, cuando rezamos el Canon I de la misa- ; decía; "¿Acaso no tenemos un único Dios, un único Señor Jesucristo y un único Espíritu?... porque vive Dios y vive el Señor Jesucristo y el Espíritu Santo...". Igualmente decía el gran obispo de Antioquía, Ignacio -el que marchó a Roma para ser comido por los leones- "son pues portadores de camino, portadores de Dios y portadores del templo, portadores de Cristo y portadores del Espíritu Santo."
"En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo", así comenzamos toda celebración litúrgica mientras nuestra mano traza la señal de la cruz. Mas allá de la rutina, el asombro nos abre a la adoración. En el mismo aliento del corazón, expreso mi fe en la Trinidad y en Cristo crucificado "el Hijo de Dios me ha amado, se ha entregado por mí" (Gal. 2, 20). Por medio de mis palabras, me ofrezco al Dios 3 veces Santo en el cual está el amor, la fuerza de la vida y por medio de mi gesto, reconozco que el Hijo me da su vida tomando sobre sí mi pecado. La cruz es el signo visible que todo esta cumplido en el misterio del amor de Dios por el hombre.
Jesús en la cruz es la última "teofanía", manifestación de la gloria de Dios en la economía de nuestra salvación. Todas las demás "teofanías" desde Abraham hasta la transfiguración, manifestaban poco a poco como el Padre cumpliría su promesa en su Hijo, pero en el momento de la cruz, la manifestación de la gloria de la Trinidad coincide con el cumplimiento de la obra que la glorifica (Juan 17, 1-4): Jesús revela en ella al Padre totalmente entregado en sus palabras que no son mas que un grito, El entrega su Espíritu en manos del Padre para dárnoslo (Luc. 26, 46; Jn. 19, 30). La realidad insólita de este misterio, la victoria del amor sobre la muerte, Cristo resucitado lo revela a aquellos que creen en El, pero su signo visible ofrecido a nuestra fe es el de su cruz. Cuando entramos en una iglesia, nuestra mirada orientada espontáneamente hacia el altar y hacia la cruz debe hacernos entrar en oración, para descubrir el cariño con que Dios se preocupa de las alegrías y lágrimas que acarician nuestra vida.
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3.2.1. En las Primeras comunidades cristianas:
"Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle lo adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado. Y he aquí que yo estoy con ustedes, todos los días hasta el fin del mundo." Mt 28,16-20.
El ámbito vital de la conciencia de las comunidades de la Santa Trinidad es el bautismo. Su preparación, su celebración y su explicitación son el centro del que brotan una serie de ejes que serán las columnas vertebrales de la existencia, la fe y el anuncio de las iglesias: la señal de la cruz, el credo, la regla de la fe y la oración.
Todos ellos están claramente arraigados y estructurados en la Trinidad, todos son "en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". El bautismo como nacimiento a la vida cristiana fue también la cuna de uno de los filones más ricos de la reflexión teológica sobre la Trinidad. Para estos cristianos todo aquello que no ayude a vivir y anunciar a los Tres y lo que Ellos hicieron en el hombre y en la historia ha de dejarse de lado. Todo lo que permita desplegar y profundizar el bautismo ha de ser recibido. La identidad, la originalidad, la novedad cristiana están en los Tres que se nos han dado en el bautismo.
Por esto el bautismo, nuestro nuevo nacimiento, tiene lugar por estos tres artículos, y nos concede renacer a Dios por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Verbo, esto es al Hijo, que es quien los acoge y los presenta al Padre, y el Padre les regala la incorruptibilidad. Sin el Espíritu Santo es pues imposible ver al Verbo de Dios y sin el Hijo nadie puede acercarse al Padre, porque el Hijo es el conocimiento del Padre y el conocimiento del Hijo se obtiene por medio del Espíritu Santo. Pero el Hijo, según la bondad del Padre, dispensa como ministro al Espíritu Santo a quien quiere y como el Padre quiere.
Creer en los tres, sumergirse en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo es el primer acto de los cristianos.
El bautismo es como la matriz de la oración cristiana. Bautizados en el agua y en el Espíritu Santo hemos sido sumergidos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Desde ese momento la Trinidad es el medio en que vivimos. Hemos nacido de nuevo, renacidos en la comunión divina. De ahí en más, en nosotros "el ser viejo ha desaparecido, hay un nuevo ser". Nuestras estructuras biológicas y psicológicas continúan siendo las mismas, pero el misterio de nuestra persona ya creada a imagen de Dios accede a su semejanza. La Trinidad habita en nosotros en lo mas íntimo de nosotros mismos y nos da a conocer su maravilla inefable, para vivirla e irradiarla y así otros puedan vivirla) vivirla e irradiarla para que otros puedan vivirla. Rezar será la respiración de esta vida nueva en la comunión de la Trinidad.
Nosotros hemos sido marcados tres veces con la señal de la cruz antes de profesar que creemos en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y tres veces el agua consagrada por el Espíritu nos ha sumergido en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Finalmente la unción del Espíritu Santo ha penetrado todo nuestro ser con su sello. Admirable progresión que traza en nuestros corazones el camino misterioso de nuestra oración de Hijos de Dios.
El bautismo es el primer sacramento porque es el sacramento de la fe, fundamento de la Iglesia que esta constituida por el Espíritu de Cristo resucitado como sacramento de la comunión de la Trinidad. Sacramento de la fe que realiza lo que significa. Nos introduce en el misterio de la comunión divina para hacernos vivir. Este es el sentido real de la triple inmersión en el nombre divino: un solo nombre, tres personas. Por el bautismo el creyente recibe la presencia de la Trinidad que acaba de profesar en el credo. Así es escuchada la oración de Jesús por aquellos que reconocen que el Padre lo ha enviado. "Yo les he revelado tu nombre y se los revelaré para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos." (Jn. 17, 26). No tenemos entonces que buscar a nuestro Padre fuera de nosotros porque ha hecho de nosotros su morada con su Hijo amado y su Espíritu de amor. En su nombre aprendemos a rezarle en Espíritu y en verdad.
El bautismo nos dona la gracia o vida de Dios y esta gracia obra por medio de las virtudes teologales. Por el don de la fe Dios nos permite participar de su conocimiento y por la caridad, de su querer y amor. Esta comunicación que Dios hace de sí mismo, vivida en el ya pero aún no de la esperanza, se alimenta y perfecciona por la Palabra y la Eucaristía, sacramento de comunión con Dios y unión de todos los hombres en Jesucristo. En otras palabras: la dinámica bautismal o vida santa exigida por el bautismo se obra mediante las virtudes teologales, la Eucaristía y la Sagrada Escritura.
Por medio del bautismo toda nuestra vida queda consagrada y santificada por Jesucristo, en el amor de su Espíritu, establecida en la nueva alianza e incorporada en la Iglesia. Somos así dinámicamente orientados hacia la plenitud del Padre y los hermanos. El don de la santificación se despliega mediante la fe, esperanza y caridad, la escritura y la eucaristía, en la exigencia de vivir santamente hacia el Padre nuestro.
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Cuando el hombre desde su profunda conciencia de si mismo percibe su propia insuficiencia y su fundamental orientación hacia Dios surge el deseo de buscarlo, conocerlo, obedecerle, poseerlo, amarlo, alabarlo y darle gracias. Todo esto lo va manifestando interna y externamente mediante actos cultuales a la manera de encuentros del hombre con Dios y de los hombres entre sí y diálogos de adoración y acción de gracias al Padre de recibir por Cristo y en el Espíritu la abundancia de sus dones.
La Liturgia impulsa a los fieles a que conserven en su vida lo que recibieron en la fe. La Liturgia es la acción sagrada por la cual mediante signos sensibles y eficaces, "El Padre por Cristo en el Espíritu santifica a la Iglesia y por ella, al mundo y a su vez mundo e Iglesia por Cristo en el Espíritu, dan gloria al Padre".
Por esto Cristo está presente con su virtud en los Sacramentos y con presencia "sustancial" en la Eucaristía. La comida del pan y vino consagrados manifiestan el banquete en el que Cristo es nuestro alimento. Por la comunión nos hacemos consanguíneos de Cristo. El mismo Jesús nos lo asegura " El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él" (Juan 6, 56). Como el Espíritu Santo habita plenamente en el cuerpo de Cristo así también habitará en plenitud en quienes son asimilados por este cuerpo.
La Eucaristía nos llena del Espíritu y nos une a todos en el único Espíritu . La Eucaristía es la principal fuente de la gracia de Dios , contiene al mismo autor de la Gracia. Teresa , la grande , basándose en su propia experiencia aconseja : " Acabando de recibir al Señor, teniendo la misma persona delante, procurad cerrar los ojos del cuerpo y abrir los del alma y miraos al corazón..." Animémonos a una comunión diaria o frecuente, dediquemos un rato para consumirnos en acción de gracias ante el Padre, por Cristo en el Espíritu y María.
Aterrizando como nos dice Bernardo:
"Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor"
"Quien no ama a su hermano a quién ve no puede amar a Dios a quien no ve"
" Amemos pues él nos amó primero" (1 Jn 4, 8. 19-20)
!El que no quiera entender que entienda¡
3.4. La Trinidad y la historia
Cuando Dios creó el universo y al hombre, lo hizo para que participáramos de la comunidad divina de su amor: el Padre con el Hijo en el Espíritu Santo (Ef. 1,3-6). Este plan o designio divino de llevar la historia humana a su plenitud se realiza por medio de Jesucristo, el Verbo hecho carne, que al "vestirse" de nuestra humanidad, asumió también toda la historia. Desde la Pascua de Jesús, la Trinidad de alguna manera ha "entrado" en la historia.
Si esto es así, podríamos también decir que desde nuestro bautismo (mi incorporación a la Pascua de Jesús) la Trinidad ha "entrado" a nuestra historia personal. Concientes o no, toda nuestra vida se desarrolla "dentro" del misterio Trinitario. "En las profundidades de nuestro ser, donde ni siquiera puede llegar nuestra mirada, la gracia hace presentes al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, el único Dios en tres personas. El misterio de la Trinidad, en vez de ser una verdad árida de la inteligencia, es vida que vive en nosotros y que nos sostiene." (Juan Pablo II, Catequesis del 19 de enero de 2000).
Esta presencia nos susurra en el corazón la meta hacia la cual se dirige nuestra vida y nuestra historia: la Jerusalén celestial, el Reino definitivo (Cf. Apocalipsis 22, 17. 20). Pero también la Trinidad está presente en el "hoy" de nuestra historia. Normalmente percibimos a la historia humana como un caos de acontecimientos y hechos que se suceden unos a otros sin ilación ni sentido. La presencia trinitaria nos ayuda a descubrir el "sentido" de los acontecimientos, la voluntad salvífica de Dios en medio de ellos. Dios nos da también la fuerza para colaborar en su proyecto de salvación. Mediante el discernimiento de los "signos de nuestros tiempo" Dios nos invita a reconocer en medio de los "gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias del hombre de nuestros días" (GS 1) lo que quiere de nosotros, es decir, su voluntad de salvación.
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4. La Trinidad y nuestra vida contemplativa
Hemos estado viendo la Trinidad en la vida de la Iglesia, ahora trataremos de balbucear sobre la Trinidad y nuestra vida contemplativa. Diremos algo sobre la Trinidad en la contemplación, oración contemplativa y contemplación en María.
Vida filial y fraterna en el Espíritu, por Cristo, hacia el Padre. Vida acogida con fe, obrada en el amor y anticipada por el esperanza.
La espiritualidad cristiana es fundamentalmente una vida filial y fraterna en el Espíritu, por Cristo, hacia el Padre; vida acogida con fe, obrada en el amor y anticipada por la esperanza. Su meta es la santidad, es decir, la perfección de la caridad o unión con Dios.
La gracia es el inicio de la vida eterna y las virtudes teologales son el movimiento hacia Dios:
- Con la fe emprendemos el camino
- Con la esperanza nuestra intención y empuje se dirigen hacia la posesión de Dios.
- Con la caridad poseemos a Dios y nos unimos a El.
Otro enfoque para decir esto mismo sería:
El entendimiento, por la fe, es elevado a la Verdad divina: CRISTO
La voluntad, por la esperanza se eleva a los bienes eternos y es ayudada por DIOS
La voluntad libre, en cuanto principio de relaciones interpersonales, por la Caridad, es transformada por el amor de Dios y participa el ESPIRITU SANTO.
La contemplación es una forma particular de conocimiento: percepción de la fe por el amor viendo a quien amamos y amando a quien vemos; don de Dios que iluminando el entendimiento e inflamando la voluntad en el amor nos une a Dios.
La fe enamorada tiene una doble manifestación:
Mística: hallar todo en Dios, quien inhabitándonos nos revela su íntima vida Trinitaria y nos hace contemplativos en el corazón.
Profética: hallar a Dios en todo, quien salvando por Cristo en el Espíritu nos revela su voluntad salvífica y nos hace contemplativos en toda situación.
Nos atrevemos a decir para concluir que la contemplación es un ahondar en el amor del Padre y del Hijo. Mediante las virtudes teologales nos adentramos en el misterio Trinitario. Pero no debemos olvidarnos que la contemplación "se ha de alimentar y regir con la Sagrada Escritura ... fuente límpida y perenne de vida espiritual", pues "desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo."
Vivir filial y fraternalmente bajo la mirada del Padre, a la escucha de su Palabra (Cristo) y en adhesión a su voluntad (por el Espíritu Santo).
La oración contemplativa es un medio que nos ayuda a ahondar en la Santísima Trinidad. Veamos pues como en ella encontramos también presente a la Trinidad.
Entendemos por oración contemplativa estas tres realidades:
Toda relación personal, consciente y libre, basada en la fe viva, en vistas a la más íntima comunión con el Padre de Cristo y de la Iglesia, por Jesucristo, hacia el Padre nuestro en el Espíritu.
Tiempos fuertes de fe y amor para que la fe se enamore aún más y anticipe lo esperado.
Diferentes modos y formas de ejercitar la fe en el amor.
Nos damos cuenta entonces que la oración contemplativa es experiencia de la fe en el amor, dicho de otra forma es experimentar a la Trinidad. Encontrarnos con el Padre, por Cristo y en el Espíritu, donde El nos espera.
Vida filial y fraterna en el Espíritu Santo y en María, Madre de Cristo y de la Iglesia, por Jesucristo, hacia el Padre nuestro.
María tiene una participación muy significativa en la vida contemplativa. Como "Verdadera Madre" nos engendra en el Espíritu Santo y nos vivifica a lo largo de nuestra vida. Jesús quiere que a él y todo lo suyo lo recibamos en el Espíritu Santo y en María, la llena de gracia.
Por voluntad de Dios, María tiene parte en nuestra salvación, en nuestra santificación y pertenencia a Dios, en nuestra consagración. Cristo es la fuente de la gracia y María es su Madre; ella está ordenada a nuestra vida de hijos de Dios como Madre en la gracia. El Espíritu, dador de vida, nos engendró en María y ella nos dio su luz en las aguas del Bautismo.
Tomémosnos todos de la mano de María para llegar juntos al Padre, por Cristo y en el Espíritu. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
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5. María y la Trinidad
La Trinidad nos invita a vivir juntos, la Trinidad en nosotros, y nosotros en Ella. Toda nuestra existencia tiende hacia la visión de la Trinidad en la unidad.
La gracia es una comunicación personal en que los Tres de la Trinidad se comunican al cristiano, en que cada una de las personas de la Trinidad inhabita en nosotros.
¿Cómo se relaciona María con la Trinidad? María es toda relativa al Dios Trinidad y a nosotros; Ella sólo existe relacionada en reciprocidad con El.
Veamos el texto de nuestra alianza:
María,
Hija predilecta del Padre
Madre del Hijo único de Dios
Templo del Espíritu Santo
y esposa de san José
La primera parte de la primera estrofa de nuestra alianza comienza presentando a María como plenamente relacionada y por lo mismo como persona totalmente plenificada.
Hija predilecta del Padre pues:
Llegada la plenitud de los tiempos, el Padre envió a su Hijo para que se encarnase en María, convirtiéndola así en madre e hija en el Hijo
El Espíritu clama inefablemente en ella Abba
Como virgen fiel pone toda su confianza en la omnipotencia del Padre y se consagra para su servicio exclusivo
Como sierva obediente siempre cumple la divina voluntad del Padre
Canta proféticamente la misericordia universal del Padre y su predilección por los humildes y pobres entre quienes ella se cuenta
María despierta el corazón filial que duerme en cada hijo e hija del Padre
El culto que recibe tiene por fin conducir a los hijos al Padre en el Hijo
Madre del Hijo único de Dios pues:
Comunicó de su propia carne al Hijo eterno de Dios, una naturaleza humana igual que la nuestra
Al igual que en toda generación humana. La acción de María madre tiene por fin la persona, en este caso divina, que subsiste en la naturaleza humana
Respondió a la invitación divina con un sí totalmente libre y consciente: estaba totalmente abierta a escuchar y abrazar la Palabra
Dios la amó tan infinitamente y ella respondió tan acabadamente a tan dicho amor que de esa unión no podía nacer sino el mismo Dios
Experimentó como nadie el contenido de la palabra mamá: amor, acogida, impulso de ternura y cuidado hacia el Hijo de Dios
Acompañó a su Hijo a lo largo de toda su vida en esta tierra, más aún en el calvario y por eso mereció anticipadamente la resurrección y reinar eternamente junto a Él
Templo del Espíritu Santo pues:
Desde el momento de su concepción inmaculada fue conformada al Espíritu Santo para poder ser madre de Dios
Se encontró en cinta por obra del Espíritu Santo: el Espíritu que es amor actuó su divina fecundidad en María y Dios nació en Ella
María está total e inmaculadamente inhabitada por el Espíritu Santo: el Espíritu hace de ella una morada permanente viva y esponsal
Todas las obras de María son divinas pues su principio de acción es el Espíritu
Ella es un símbolo viviente e instrumento personal del espíritu de Dios
María es presencia sacramental de los rasgos maternos de Dios por su transparencia al Espíritu
Ella hace perceptible y experimentable en la historia el amor intratrinitario de Dios.
María está como enraizada en el mismísimo misterio de la Santísima Trinidad. Ellos la eligieron para comprometerse eternamente con ella y a través de ella con todos los hombres.
¿Hasta qué punto, la madre de Jesús está identificada en su espíritu con el espíritu del Padre de Jesús?
En Caná de Galilea, María dice: "Hagan todo lo que Él le diga"(Jn 2, 5).
En el bautismo de Jesús los cielos se abren sobre Él y se escucha una voz del cielo que dice: "Este es mi Hijo muy amado en quién tengo puesta toda mi predilección"(Mt 3, 17).
En la transfiguración la voz celestial completa su mensaje diciendo: "Este es mi Hijo el elegido, escúchenlo"(Lc 9, 35)
La voz de María en Caná "Hagan todo lo que Él les diga" sería equivalente al "Escúchenlo". Jesús reconocería en la voz de su madre el eco clarísimo de la voluntad del Padre. Obedeciendo esta voz Jesús realizó el primer signo y así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él.
María íntimamente unida al Dios Trino y eco de la Santísima Trinidad.
También sabemos que el Espíritu no obra sino mediante la Inmaculada por ello, ella es medianera de todas las gracias:
"El Espíritu Santo solo obra mediante la Inmaculada, su Esposa; en consecuencia ella es la medianera de todas las gracias del Espíritu. Y dado que toda gracia es un don del Padre, con Cristo y el Espíritu Santo, entonces no existe gracia que no pertenezca a la Inmaculada, que no le sea ofrecida y esté a su libre disposición".
El siguiente texto, pese a su esquematismo, nos dice muy a las claras que la mediación mariana ha de entenderse siempre en clave trinitaria, pneumatológica y cristológica.
"Así como desde siempre el Hijo es como el mediador entre el Padre y el Espíritu, así Jesús, el Hijo encarnado, se hace mediador directo entre el padre y el Espíritu Santo -como encarnado- en la Inmaculada, representante y Madre espiritual de toda la humanidad."
Por eso a ella le decimos:
Deseamos llegar al Padre,
Por Cristo, de quien eres Madre,
En el espíritu Santo que te habita.
Le pedimos aquello que María ha de mediar maternalmente en subordinación a Cristo y a su Hijo, nuestro caminar por Cristo en el Espíritu hacia el Padre.
María no es comprensible sin la Trinidad, sin la referencia a las tres personas divinas. Por esto mismo Ella revela en su vida la gloria de la Trinidad Santísima.
La acción de las personas Trinitarias en María produce una relación de semejanza: María se convierte en lugar y signo de la Trinidad y en camino hacia Ella. Dios actúa en María tal como Él es. Por eso: Dios Padre realiza y manifiesta históricamente, en y por María su misma paternidad eterna. La maternidad de María es a semejanza de la paternidad del Padre. Su propio Hijo eterno intradivino, comienza a nacer en la historia y nace para siempre en y por María. La madre María se asemeja a su Hijo y este a Ella. El Espíritu de la paternidad-filiación que eternamente vincula al Padre con el Hijo, empieza a vincularles, en esta historia, en y por María. María participa, se asemeja y refleja como nadie al Espíritu vinculante de amor.
Ante este misterio que va más allá de nuestro entendimiento solo podemos postrarnos y pedirle:
"María sabemos que el lugar de encuentro con la Santísima Trinidad por excelencia es tu corazón. En él queremos habitar y reposar permanentemente sabiéndonos amados por ellos. Regálanos tu fe, para creer sin ver, tu esperanza y tu corazón enamorado para amar a la Santísima Trinidad y amarnos entre nosotros con ese fuego de tu amor."
Práctica
Te proponemos algunas prácticas para acercarte de una manera concreta al misterio de la Santísima Trinidad. Podés elegir una, todas, o agregar una de tu propia cosecha:
· Visitar el Santísimo y entrar en la mirada amorosa por Cristo en el Espíritu.
· Buscar el camino más corto que es aferrarse a los brazos de María para llegar al Misterio Trinitario.
· ¿Podría tomar conciencia de la presencia de la Santísima Trinidad cada vez que hago el signo de la señal de la cruz? Entonces, todos los días al levantarme hacer la señal de la Cruz y así empezar cada día bajo la protección de Dios 3 veces Santo.
Teniendo en cuenta que:
La inhabitación trinitaria no se da solamente en el alma de los cristianos individuales, sino también en la vida de comunión. La trinidad vive en la comunidad de los cristianos, en los vínculos de los discípulos que entran, por la gracia, en la dinámica del mandamiento nuevo de Jesús. Cristo en la cruz es la manifestación más elocuente del amor trinitario, por eso sólo a través de la cruz podemos acceder al ágape del Dios Trinidad. La comunión es siempre fruto de la entrega, pasa por la cruz y por el olvido de sí mismo a fin de afirmar a los otros.
· ¿Puedo en la vida diaria, poner en práctica, donde más me cueste, gestos concretos de: perdón, compasión, acogida, escucha, servicio, afecto, ayuda, alegría y buen humor?
Oración
Acompañar esta parte de la ejercitación con un momento diario de oración bíblica, con las siguientes lecturas:
Lc 10, 21-22; Jn 6, 57; Jn 14, 23; Jn 17, 20-23; Rom 8, 14-17; Gal 4, 4-7; Ef 1, 3-14.
Lectura
Leer el tema y determinar:
Los sentimientos causados
Los recuerdos
Lo fundamental del tema
Lo no entendido
Lo nuevo
Lo que no estás de acuerdo
Decisiones a tomar
Expresa con tus propias palabras o por otros medios qué es:
La Señal de la cruz:
Los Vínculos:
La Santísima Trinidad.:
Cuestionario Personal
1. Meditar con las citas dadas y escribir características de la relación del Padre con el Hijo y las del Padre y el Hijo con el Espíritu.
2. Pensar propuestas sencillas y concretas para mi vida de todos los días que me definan cómo podría hoy con-vivir con los vínculos de Jesús.
3. En qué momentos de mi vida me he sentido más cerca del Padre; en que momentos del Hijo; en qué momentos del Espíritu Santo.
4. Así como las primeras comunidades le pusieron el nombre de Trinidad a ésta comunidad de amor , qué nombre le pondría yo?
4. ¿Cómo y cuál es mi vínculo con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo?
5. ¿Dónde encuentro más frecuentemente a la Trinidad?
Lectura Espiritual
Santa Isabel de la Santísima Trinidad, Recuerdos y elevaciones
San Ignacio de Loyola, Diario Espiritual
Noviembre de 2000
Año Santo Jubilar