Juncal 2636, PB "A" - Ciudad Autónoma de Buenos Aires equiposoplo@gmail.com

HACER DEL EJERCITADOR

Vamos a dividir el hacer del ejercitador/a en dos partes: "El hacer en uno mismo" y "el hacer en relación con el/la ejercitante".

1. El hacer en uno mismo:
Cuando hablamos del "ser del ejercitador", dijimos que, para dar las ejercitaciones, el primer paso es vivirlas, es decir, seguir ejercitándose en la espiritualidad mariana y contemplativa para poder transmitirla con la propia vida. Pero, además, para ejercer la misión de ejercitar, es fundamental seguir teniendo la experiencia de la relación con el/la ejercitador/a: experiencia de ejercitante, ya que no se puede comprender a otra persona si, primero, uno no ha sido comprendido; no se puede escuchar a otra persona si, primero, uno no ha sido escuchado. Es evidente que uno aprende a ejercitar siendo ejercitado. ¡Y nunca se termina de aprender!
El hecho de ayudar a otros a que se conozcan y acepten requiere de nosotros un cierto autoconocimiento y una autoaceptación. No hay duda que, a medida que avanzamos en la doctrina de Soledad Mariana, vamos ahondando en nuestro propio conocimiento y aceptación. De todas maneras, si lo vemos necesario, podemos recurrir a otros métodos que nos ayuden a conocernos más. Cuanto mayor sea nuestro autoconocimiento y nuestra autoaceptación, más podremos ayudar a otros a que se conozcan y acepten.
El medio que usamos para comunicar a otros la espiritualidad mariana y contemplativa es el diálogo espiritual. Por lo tanto, es importante ir creciendo en capacidad de acogida, clarificación, doctrina evangélica y discernimiento.
Tomemos la acogida, elemento esencial para que el/la ejercitante nos abra su corazón. No se puede actuar una acogida; si ésta no es auténtica, nuestro/a ejercitante lo detectará y se dificultará la relación. Es necesario, entonces, trabajar la acogida y uno puede hacerlo en la vida diaria, con quienes nos rodean, con quienes nos encontramos, es decir, ¡permanentemente!
La clarificación necesita más de práctica en situación. Pero siempre es bueno tomar como costumbre ir clarificando las distintas situaciones que nos toca vivir.
El discernimiento exige ciencia, arte y pureza de corazón. Tenemos varias ejercitaciones sobre el tema, para ir ahondando en el mismo y haciéndolo vida.
Y, en cuanto al confrontar la vida con la doctrina evangélica, si tenemos incorporada la oración bíblica, no tenemos más que seguir orando diariamente.
Es importante, para el "hacer-del-ejercitador", crecer en adaptabilidad a distintas situaciones y personalidades. Esto, también, lo podemos ir haciendo en nuestra vida diaria.

Recordemos el punto IV de los Estatutos, que nombramos en el tema del ser-ejercitador: "La formación en Soledad Mariana se efectúa por medio de ejercitaciones dadas por personas competentes". Esto, como decíamos, habla de nuestra formación.
En S.M. hay dos maneras de formarnos como ejercitadores: compartiendo nuestra misión en las escuelas y siguiendo el prog rama de estudios para las mismas que no tiene fin, ya que nadie se "recibe" de ejercitador/a o acompañante espiritual. ¡Siempre hay más que aprender!
Ambas son igualmente importantes pero, si debemos poner el acento en una de ellas, es en la primera. Como repite tantas veces Martín Serantes, "lo central en las escuelas es que se comparta entre los miembros acerca de nuestros ejercitantes, sean estos individuales o grupales. Compartir nuestros servicios que estamos dando tanto en la Iglesia como en la sociedad. Es decir comentarnos cómo estamos viviendo y transmitiendo la espiritualidad mariana y contemplativa, con sus luces y sombras". En fin, es compartir nuestra misión junto a Jesús, como aquel momento en que recibió a sus discípulos y cada uno compartió con tanta alegría la obra del Espíritu Santo en ellos y Jesús, inundado de gozo, agradeció al Padre (cf.Lc.10,17-24).
Otro trabajo para hacer en uno mismo es seguir formándonos en distintos temas: psicológicos, espirituales, eclesiales, etc.

2. El "hacer" en relación con el/la ejercitante:
Veamos, primero, ciertas generalidades importantes para, luego, ir a lo particular de la relación.
El ejercitar es un servicio a la Iglesia. Es un ministerio tal como es el ministerio extraordinario de la Eucaristía, el ministerio de la Palabra. Es una forma de evangelizar, de catequizar. Es una respuesta efectiva al pedido del Papa Juan Pablo II: "Iglesia, levántate, y evangeliza con María".Es ser discípulo/a misionero/a" como dijeron los Obispos en Aparecida.
Guiar espiritualmente a otros es cooperar con el Espíritu Santo ayudándolos a discernir la voluntad de Dios para seguirla, confirmándolos o no en sus propias decisiones y esto con un solo fin: su santidad.
Ejercitar es un arte, no una técnica. Cada uno lo hará según su personalidad, su forma de ser.
Siempre recordemos que el único guía es el Espíritu Santo.
Toda relación ejercitador/a-ejercitante se da en un ámbito mariano. María está presente y obra, tanto en el/la ejercitador/a como en el/la ejercitante, como, también, en la interrelación. Ella alimenta a ambos con el Espíritu Santo.


Vayamos, ahora, a lo particular de la relación ejercitador/a-ejercitante.
Tengamos en cuenta que se puede ejercitar tanto a una sola persona como a un grupo. Hay algunas semejanzas y algunas diferencias y, según las circunstancias, será mejor una forma que otra. También se puede ejercitar a un grupo y, si es necesario, tener encuentros individuales con los miembros que así lo requieran.
Algunos consejos a tener en cuenta:

  • El/la ejercitador/a irá conociendo al ejercitante o a los miembros del grupo que ejercite, sin dejar de lado el autoconocimiento en relación a ellos.
  • Presentar la doctrina y la práctica de cada ejercitación de la manera que sea más adecuado para el ejercitante o los miembros del grupo.
  • Si se la expone, hacerlo corto, claro, sencillo, hablando con naturalidad, explicando desde la propia vivencia respecto del tema.
  • No avanzar a otra ejercitación si la actual no se ha debidamente internalizado, pero teniendo en cuenta que generalmente surge en la persona un sentimiento de que falta mucho para vivirla a fondo. Esto es bueno, porque indica una "consciencia de más". El/la ejercitador/a se dará cuenta de lo que viven sus ejercitantes por los frutos. Es necesario tener en cuenta que no conviene cansar insistiendo con la misma ejercitación por mucho tiempo ni cambiar de ejercitación si ésta de alguna manera no se vive.
  • Al ejercitar a un grupo es necesario prepararlo para el diálogo espiritual: saber escuchar con interés sin interrumpir hasta que el otro u otra haya terminado de hablar, mirarse con amor, darse con generosidad, hablando con verdad y amor pero no monopolizar la reunión, tener confianza en que lo que se dice no será contado fuera del grupo sino guardado como un tesoro en cada corazón.
  • Acompañar con el diálogo espiritual, teniendo en cuenta que estamos frente a un misterio, misterio de amor entre Dios y cada uno de nuestros hermanos y hermanas. Debemos entrar en su misterio en la medida en que ellos y ellas nos permitan. Y siempre entrar como "quien camina descalzo", cuidando de no lastimar ni pisar donde no nos hayan de alguna manera dado permiso.
  • Intervenir sólo para ayudar a esclarecer dudas. Responder a preguntas explícitas e implícitas. El/la ejercitador/a no debe tomar decisiones por las personas que acompaña.
  • Estar atento a sentimientos no expresados y ayudar a su expresión.
  • Los/as ejercitantes son los que van viendo por donde caminar. Nosotros, siempre, un paso más atrás: persuadiendo, constatando, respondiendo a sus interrogantes.
  • Confirmar o no confirmar las posibles decisiones que ellos tomen.
  • Estar abiertos a lo que no comprendemos, pero, no admitamos, sin más, lo altamente dudoso.
  • Nunca desesperemos. ¡La vida es lenta en crecer!.
  • Recordemos siempre que, a mayor comunión entre ejercitador/a y ejercitante, mayor comunicación entre ambos y viceversa y que, a mayor comunión entre los miembros de un grupo, mayor comunicación y viceversa.

Nos dice Francisco de Osuna: "Ninguno sale maestro en algún arte sin frecuentarla mucho, y cuando más la frecuenta y acostumbra, más presto sale con ella ".
Y, para terminar, algo importante:
El/la ejercitador/a, además de acompañar a los ejercitantes en el momento del encuentro, los acompañará, especialmente, intercediendo por ellos. Es decir, nuestra oración y nuestra vida son para los hermanos y hermanas a quienes acompañamos espiritualmente.
Los invito a hacer nuestra esta frase que Bernardo escribió una vez: "la mejor intercesión es la entrega, sin reclamos, de la propia existencia".

Thelma C. de Lastra.